viernes, 3 de julio de 2015

El periodista, confesiones del poder



Los genes y las experiencias suelen formar el carácter y estilo del ser humano. El medio ambiente social también influye al grado de modificar el legado genético. Lo he comprobado a través de las entrevistas realizadas a varios de los políticos en apariencia probos o ricos de abolengo. En algunos casos, pasado el tiempo, comparé lo que habían dicho con su comportamiento posterior. Y esto fue lo que encontré: 

Las actitudes de algunos de ellos demostraron que el haber omitido u olvidado los antecedentes que podrían comprometer a sus padrinos políticos, les permitió ascender e incluso, en algunos casos, obtener el poder desde el cual realizaron y/o realizan actividades y negocios donde la corrupción estuvo y está presente.

Otros se hicieron cómplices de los pillos con el deseo de lograr el espaldarazo que necesitaban para llegar a la zona de mando y, según su discurso, desde ahí luchar por la honestidad en el servicio público. Pero se olvidaron de su promesa y, peor aun, se contaminaron con el ejemplo de sus paradigmas cuyo éxito estuvo basado en la corrupción, precisamente. Si acaso en alguno de estos “animales políticos” hubo alguna intención de honestidad, ésta acabó devorada por la burocracia, el monstruo de mil cabezas.

Llevo años observando el fenómeno descrito. He visto cómo se tragan sus palabras muchos de los ejemplares de la fauna política donde el mimetismo ha sido y es condición sine qua non. Por eso me animé a escribir el libro El periodista, confesiones del poder donde ofrezco a los lectores varios argumentos y formas para rechazar e incluso denunciar cualquier manifestación de corrupción.

Mi próximo libro
Recuerdo incluso lo que no quiero.
Olvidar no puedo lo que quiero.
Cicerón

Lo vi derrotado y somaticé su dolor. Pobre cabrón, me dije; su derrota política fue estrepitosa. Merecida si partimos de que la soberbia le vendó los ojos. Pero injusta porque el tipo tenía todo para trascender.

¿Qué le pasó a este hombre cuya vida estuvo rodeada de dinero, sonrisas y lisonjas?

¿Por qué se equivocó?

Hay varias respuestas; sin embargo, sólo me ciño a una, la que identifica a la mayoría de los políticos fracasados: el tipo cometió el error que cual sombra oscureció el último trecho de su vida pública: menospreció la función del mejor oficio del mundo, como lo definió Gabriel García Márquez.

¡Ah, el periodismo! Cuántas pendejadas se cometen en tu nombre y en tu contra.

En ello cavilaba cuando el canto de un pájaro rompió el silencio de la naturaleza, sosiego paradójicamente ambientado por el ruido sordo del ajetreo de la vida que el Ser superior diseñó para divertirse. ¿Y yo que hago aquí en medio de este desbarajuste político y social?, me cuestioné inquieto por ser testigo de incidentes que la buena ventura pone frente al periodista. Concluí que la casualidad forma parte del destino que Alguien o Algo nos asigna para ser alguien o nadie.

¿Destino?

Sí, destino, porque si el acaso, hado o determinación de la Providencia no hubiese intervenido, el que esto escribe habría seguido el mismo camino (cito y parafraseo a Ricardo Garibay y a Leon Bloy) de quienes viven sólo para seguir viviendo; los que del útero pasan al sepulcro sin haber disfrutado de los apetitos de misterio y la curiosidad que enriquecen la vida; los que mueren sin dejar huellas que constaten su paso por este mundo.

El andar de aquí para allá me permitió observar y meditar sobre el actuar de los gobernantes, los buenos, los malos y los peores. Confirmé las ventajas que tiene el ser enemigo de la corrupción y crítico de sus promotores, algunos de ellos empeñados en aplastar al periodista o —en el mejor de los casos— aislarlo de la cosa pública donde la veda u opacidad que intenta ocultar los malos manejos forma parte del absurdo.

Es común que a los corruptos les moleste la mirada crítica de columnistas y reporteros…

Nota: lo que acaba de leer es parte del inicio del libro citado en el texto, obra que compila las confidencias, infidencias e indiscreciones de varios políticos, en especial los que menospreciaron al “mejor oficio del mundo”, como lo definió Gabriel García Márquez. Pronto estará en circulación. En eso estoy.

Agradezco a René Avilés Fabila los conceptos vertidos en la presentación de este mi trabajo periodístico.


Alejandro C. Manjarrez

@replicaalex
acmanjarrez@hotmail.com