miércoles, 21 de enero de 2015

Los contrastes del poder poblano


Por Alejandro C. Manjarrez
Carlos Salinas de Gortari se acicalaba el bigote cuando, con los ojos entornados, le dijo a Manuel Bartlett:
—Manuel: voy a fusionar las secretarías de Hacienda y Presupuesto. Este movimiento deja a Zedillo fuera del gabinete. Como para mi es muy importante su participación, he decidido que le entregues la Secretaría de Educación Pública.
Bartlett, que había llegado a Los Pinos con su proyecto de reforma educativa elaborado por los maestros más destacados del país y especialistas avalados por su trabajo internacional, se sorprendió con la noticia; sin embargo, no hizo mutis ni perdió la compostura. Parsimonioso respondió a su jefe:
—Presidente: el día que tú indiques entrego a Ernesto la Secretaría. Y también este proyecto —agregó dándole una palmada al expediente—, mismo que él conoce muy bien debido a que lo involucré para que, de acuerdo con tus instrucciones, tomara en cuenta las aplicaciones presupuestales.
—¡Perfecto! —respondió Salinas. Entonces tú me vas a ayudar con el trabajo que ubicará a México en el escenario internacional. Ocurrirán en el mundo cosas muy importantes. Y desde la embajada de Francia podrás moverte en pos de nuestro objetivo.
Manuel observó cauto cómo el mandatario se echó para atrás entrecerrando un poco más sus ojos mientras pasaba sus manicurados dedos sobre su bien recortado bigotito. Observó la perversidad en el rostro de Carlos. Le bastaron cinco segundos para ponderar lo escuchado y soltar:
—Te agradezco Presidente, pero no puedo aceptar tu propuesta. Tengo otros planes en los cuales está incluida mi familia y mis hijos. Ellos me necesitan.
El Primer Mandatario peló los ojos sorprendido y preocupado por la inesperada respuesta de su colaborador.
—Por qué no lo piensas —consintió Salinas—. Es una gran oportunidad para servir al país en el nuevo impulso internacional.
—Está decidido —reviró Manuel a botepronto—. Dime cuándo ocurrirá el relevo.
—Te avisará Córdova —sentenció Salinas molesto—. Pero piénsalo… —recomendó en tono amenazante.
Al siguiente día, el “Francés” (así le decían a Córdova) llamó a Bartlett con la idea de convencerlo. Estaban preocupados. Manuel tenía información importante, digamos que confidencial. Le insistió en que debía aceptar la embajada en París. Lo mismo hizo Emilio Gamboa Patrón. Tres y cuatro intentos y ninguno de los dos tuvo éxito no obstante la amenaza disfrazada: “Tú sabes que al Presidente nunca se le dice no”.
—No nos hagamos pendejos —dijo Bartlett a cada uno de los enviados presidenciales—. Ése sería un pinche destierro. Recuerden que yo trabajé en la Secretaría de Relaciones y de Gobernación y que sé cómo funciona el poder. También conozco las penurias financieras de los embajadores, a veces obligados a gorrear comidas y cenas a quienes los visitan.
Ante la reiterada negativa y las razones que escuchó, días después Córdova se animó a preguntar al ya ex secretario de Educación Pública sobre sus planes y el cargo que le gustaría ocupar. Bartlett respondió sincero, sonriente, seguro:
—Quiero ser gobernador de Puebla.
—¡Pero si tú eres de Tabasco! —ripostó el “Francés”.
—No Chema. Soy poblano, el único cuya acta de nacimiento apareció publicada al día siguiente de haber nacido en Puebla —dijo Manuel mostrándole el periódico que daba la noticia (entonces su padre era juez de distrito: él y su madre vivían en la Angelópolis).
Así fue como Manuel Bartlett Díaz* llegó a ser gobernador. Su primera acción de gobierno consistió en cancelar las operaciones inmobiliarias que había realizado Mariano Piña Olaya con las más de mil hectáreas expropiadas a los ejidatarios. El hoy senador de la República dijo a este columnista, que descubrió el gran robo del siglo, acción apoyada por José María Córdoba Montoya, precisamente; que le resultó difícil recuperar esas tierras; y que tuvo que valerse de la ley para convencer a los compradores inconformes con la devolución del dinero que habían pagado al gobierno. “O es eso o se enfrenan a una denuncia por fraude”, les dijo Bartlett apoyándose en los asesores legales que le acompañaron, uno de ellos civilista y el otro penalista. Ante tales presiones y la frustración mercantil, algunos compradores expresaron su queja por no poder recuperar lo que habían pagado bajo de cuerda al representante o “sacador” del gobierno piñaolayista. “Pues denúncielos”, les aconsejó el gobernador, cosa que no ocurrió a pesar de los cientos de millones de pesos que “soltaron”.
Contrastes poblanos
Gana bien y no gasta en nada. Los vehículos que usa (incluido el helicóptero) forman parte de las prestaciones que él mismo se asigna. Vive como príncipe rodeado de comodidades y ayudas de cámara.
Además maneja a su arbitrio los miles de millones de pesos del presupuesto estatal, previamente etiquetado por sus operadores legislativos. También concede beneficios financieros a los amigos constructores beneficiados con la obra pública del gobierno. Ha colocado en la nómina confidencial a sus amigos, asesores intelectuales (imagino que los tiene), cómplices políticos y asociados financieros.
No piense usted que es corrupto. No. Pero de cualquier manera tiene a su “abogado del diablo” para que, por aquello de la dudas, hurgue en la contabilidad oficial y busque los errores y desvíos que pudieran interpretarse como malos manejos.
Nunca ha compartido el poder, ni lo compartirá.
Me refiero, obvio, al gobernador Rafael Moreno Valle Rosas a quien Bartlett mantiene en su mira política. “Lo lamentable —consignó el legislador respondiendo a mi pregunta— es que el pueblo, la sociedad, le ha permitido hacer lo que está haciendo”.
@replicaalex

*Parte de la entrevista realizada al senador el pasado 20 de enero.