miércoles, 30 de abril de 2014

Patricia Kurczyn Villalobos, nueva comisionada del IFAI



Por Alejandro C. Manjarrez

Al enterarme de su designación aprobada por el Senado de la República, recordé este pasaje que le comparto, mismo que (vuelvo a la auto promoción) forma parte de mi libro próximo a publicarse cuyo título es: La Puebla variopinta, conspiración del poder. Va:

Pata, como la llamaba en público Mariano, había sido directora de la cárcel de mujeres ubicada en Santa Martha Acatitla, delegación Iztapalapa del Distrito Federal. En una de esas reuniones poblanas tensas para Patricia dado que su estilo entonces laxo contrastaba con la forma de ser de las señoras del jet set (barroquismo social), la entonces primera dama del estado jugaba con la semántica para hacer referencia a su conocimiento de las mujeres encarceladas, víctimas unas y victimarias otras. Su tema preferido fue el caso de Linda, la viuda de Carlos Denegri, a quien decidió asesinar porque, según su dicho, estaba desesperada y harta por tanta ofensa y el mal trato al que durante años la sometió: “Cuando estuve en la cárcel…” era el proemio preferido de la hoy doctora Patricia Kurczyn Villalobos, mismo que dejaba inconcluso para poder disfrutar de las caras de sorpresa de sus anfitrionas. Después de una larga pausa aclaraba la razón de esa estadía y platicaba lo que vio y escuchó en aquel penal. El homicidio perpetrado por Linda, uno de esos casos, quizá su preferido en razón a la historia de aquel periodista.

Para beneficio de Linda, gran parte de la sociedad justificó el crimen. La fama pública del autor de la columna Miscelánea (Excélsior) fue la causa de semejante consenso. Denegri fue “el mejor y más vil de los reporteros”, según dijo Julio Scherer en uno de sus libros. Era la envidia de los periodistas de la época, escribió Mosiváis en alguno de sus extraordinarios ensayos. Fue un pésimo ser humano que hasta en su muerte se llevó las ocho columnas, coincidieron las notas de la prensa de los años 70.
Dato curioso: la vida de Denegri motivó a Salvador Novo a escribir una obra de teatro premonitoria: Ocho columnas (1950). En ella el protagonista principal es el periodista más corrupto e influyente de México, el mismo que años después se convertiría en tema de tertulias como las animadas con las anécdotas de Patricia. Novo, quizá, se inspiró en el método usado por Orson Welles para criticar el poder periodístico de William Randolph Hearst. La paradoja de esta historia es que Novo también usó su endemoniado ingenio para ofender a quienes quiso, individuos que en su mayoría lo cortejaron para evitar otra de sus sarcásticas y demoledoras menciones. Presumió e incluso ofendió con su homosexualidad, género que él mismo definió como mariconería.

Concluyo pues esta digresión con uno de sus sonetos anticipándome con mis disculpas a las buenas conciencias, del sexo que fueren:

Nos volvemos a ver. Año tras año

soñé con encontrarte en mi camino.
¡Sol de mis ojos, luz de mi destino!
¿No quisieras, mi bien, tomar un baño?

Nos encontramos uno al otro extraño:
Gordo tú, flaco yo -¡mundo mezquino!
Y me complace ver -¡oh, desatino!
que hay cosas que no cambian de tamaño.

Te quiero como antaño te quería:
con pasión, con dolor, con amargura,
cual si este siglo hubiese sido un día.

Quiero corresponder a tu ternura:
levanta tu barriga, vida mía,
que me voy a quitar la dentadura...

Con el paso de los años Patricia dejó de ser identificada como la cónyuge de Mariano Piña Olaya, para convertirse en una de las mujeres cuyo brillo personal y profesional la ubicaron en el escenario nacional. Desde ahí, en el IFAI, podrá enriquecer la fama pública del grupo de consejeros que la acompañan en ese nuevo e importante encargo. De aquí en adelante la transparencia será su sino. Y el pasado una parte de las anécdotas de su vida, algunas incómodas, como las de su marido, y otras enriquecedoras, las que, tal vez, ella protagonice.

acmanjarrez@hotmail.com
@replicaalex


miércoles, 9 de abril de 2014

El poder de la sotana






De esto trata mi novela:


Este libro fue inspirado en los actos, acciones y costumbres consideradas como secreto de Estado debido a su trascendencia política y religiosa.

En el primer cuarto del siglo XX, el Clero adoptó al diablo que --sugiere el poeta Ramon López Velarde-- es dueño de los veneros de petróleo. De ahí que el arzobispo José Mora y del Río decidiera luchar con las armas para derrotar a Plutarco Elías Calles, representante del poder civil, entonces en proceso
de legitimarse como tal.

El sexo, combinado con el espionaje y contraespionaje de las partes en conflicto, es el hilo conductor de la narración basada
en hechos reales.

México, Estados Unidos, la Iglesia, el crimen, la música, el genio, la locura y el amor, se entreveran para dejar la huella que
trascendió al tiempo.

En esta historia novelada aparecen varios de los héroes anónimos que usaron su inteligencia para aguar la fiesta al gobierno del vecino país del norte, a la sazón condescendiente con el poder económico de sus connacionales y el entreguismo de la jerarquía católica mexicana.

La vida de los personajes creados por el novelista, coincide con la existencia de algunos de esos héroes ignorados que convivieron con los protagonistas de México. Unos y otros se relacionan. Y en ese encuentro surge la verdad que no aparece en la historia oficial.

Los vaticinios aquí plasmados se sustentan en hechos reales, sucesos que sin duda volverán a repetirse debido a que el desconocimiento de la historia propicia su reincidencia.

La trama de esta novela lo llevará de la mano hasta ubicarlo ante la cruda actualidad mexicana, días dominados por la nota sangrienta que, por desventura, podría llegar a enlutar la vida de la República.

Pedidos y forma de pago:
6162059
acmanjarrez@hotmail.com.

lunes, 7 de abril de 2014

Historias de la BUAP (1)



Por Alejandro C. Manjarrez
—A ver, para ustedes ¿cuál es la universidad de México que garantiza el éxito de los jóvenes emprendedores? —lanzó uno del grupo de profesionistas variopintos reunidos en un café de la ciudad de Puebla.
Se hizo el pesado silencio que me dio la oportunidad de hurgar en los rostros con el propósito de adivinar cuál sería la respuesta. Percibí en cada uno el deseo de ponderar a su alma máter. Pero nadie quiso hacerlo quizá para evitar el rechazo o el reclamo del resto. De repente las miradas de los cuatro académicos se centraron sobre mi persona como si se hubiesen puesto de acuerdo para buscar una opinión imparcial. Sentí el peso visual y por ende un complicado compromiso. Intenté decir que yo sólo era un invitado casual, de piedra y ajeno a esa digamos que disputa especializada. Sin embargo, me ganó el deseo de aprovechar la oportunidad para hacerla de juez a sabiendas de que mi sentencia sería recurrida por tres de ellos, los que no habían estudiado en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
—Lo que escucharán —dije consciente de que provocaría una controversia positiva para mí oficio— es la opinión de un periodista cuyo criterio se basa en la simple observación de lo que no se puede ocultar: la riqueza. Bueno también en la costumbre de leer, indagar y analizar aquello que suele esconderse en los entresijos de la festinada transparencia o cubrirse bajo el ropaje de los prestanombres.
Mis palabras lograron su objetivo. Cada uno de los académicos me miró como si yo fuese un pobre pendejo que se había atrevido a retar su paciencia y sabiduría. El silencio se prolongó pero ya incrementado con la carga de los cuestionamientos visuales, interrogatorio mudo que me obligó a decir sin ambages lo que pensaba.
—Antes de que opinen o me flagelen, permítanme argumentar la sentencia que acaban de escuchar —acoté aprovechándome de la sorpresa—. Durante varios años he visto crecer cultural y económicamente a los rectores de la Benemérita. Me consta que varios de ellos ingresaron al cargo con una modesta situación financiera y que cuando terminaron su gestión lo hicieron millonarios, además de políticamente poderosos. Es un llamémosle fenómeno que no ocurre en otras universidades donde los rectores son empleados de los dueños o socios de las instituciones de las cuales egresaron.
Ya no hubo careo y la reunión concluyó. Pudo haber sido una coincidencia dado que los interlocutores tenían que retirarse para cumplir con su agenda del día. O tal vez mi franqueza los molestó porque, en efecto, el éxito económico de sus compañeros universitarios no se comparaba con el de los rectores que durante el último cuarto de siglo manejaron el subsidio y los ingresos de la BUAP. Y también la obra civil. Y desde luego las empresas outsourcing contratadas ex profeso para atemperar desde la carga fiscal hasta el manejo financiero. Y la concesión que suele darse a los amigos dispuestos a fungir como testaferros. Y el manejo del efectivo que cual caudaloso río mana en ciertas épocas como si tratara de lavar las piedras. En fin…
Todo ello condujo a los universitarios de la “nueva ola” a mejorar la perspectiva de la institución poblana. En especial al maestro Alfonso Esparza Ortiz cuyo propósito, según lo arguye, se centra en convertir a la BUAP en la mejor universidad pública del país, idea que por cierto le escuché a Manuel Bartlett Díaz cuando éste fungía como gobernador del estado.
El Ave Fénix
“Haré de la de Puebla la mejor universidad de México”, me dijo Bartlett cuando le respondí alguno de sus cuestionamientos sobre mis críticas al entonces rector José Doger Corte. Después expuso sus razones y argumentos para tratar de desmasificar a la Benemérita, a partir del diagnóstico que mandó hacer y el Proyecto Fénix que su gobierno diseñó. “Le he pedido al rector que consienta a los jefes de línea”, soltó confiando en que el periodista captara su mensaje, propósito que tuvo éxito porque me di cuenta del repentino cambio de estatus económico en los directivos de la Universidad. Dicho lisa y llanamente: varios de ellos recibieron el espaldarazo financiero que les abrió el mundo de las finanzas y, en consecuencia, la puerta a los compromisos que suelen bordear los límites de la ley… y de la ética.
La Benemérita dio un giro hacia rumbos mucho más halagüeños y espectaculares. El hecho ocurrió sin que se frenara su inercia ideológica ni tratara de cambiarse el pensamiento crítico y popular que se formó después de varias intentonas gubernamentales destinadas a convertir a la institución en uno más de los tentáculos políticos de gobernantes chambones y obtusos. Por ventura la BUAP siguió su curso. Y ni Pepe Doger ni los Enrique (Doger Guerrero y Agüera Ibáñez) se atrevieron a alterarlo. Menos aún los gobernadores con los que los mencionados rectores negociaron (Manuel Bartlett Díaz, Melquiades Morales Flores y Mario Marín Torres). El Fénix y el Minerva detonaron el crecimiento académico, científico y cultural universitario. De ello dan cuenta los reconocimientos nacionales e internacionales que puso a la administración universitaria en los cuernos de la luna, ubicación desde la cual se construyó la “universidad del porvenir” basada —dice el rector Alfonso Esparza Ortiz— en la solidaridad, inclusión, innovación y su compromiso con la sociedad.
Nuevos aires contra viejos vicios
Han pasado los años y sigue vigente lo que dije en la reunión casual con los profesionistas variopintos, pero ahora con el siguiente agregado que acompaña a la bonanza financiera de sus directivos:
La revolución hizo justicia porque aumentaron los beneficios y las prestaciones que ya quisieran la mayor parte de los académicos de las universidades privadas. Junto con ello también se incrementó el nivel académico y los programas que, según pintan las cosas, lograrán más lauros para la Benemérita. Los nuevos aires podrían impedir la prevalencia de los viejos vicios. Empero, lo peligroso es que en esa nueva dinámica meta mano Rafael Moreno Valle, circunstancia que daría pábulo para que la Universidad se convierta en un botín político con las variables que promueve la corrupción, digamos que institucionalizada.
No cabe duda que Alfonso Esparza está frente a un gran reto: el crear alianzas estratégicas que detonen el desarrollo académico-institucional. Pero la suspicacia nos lleva a suponer que Moreno Valle querrá establecer dentro de la institución universitaria controles que le ayuden a cumplir con sus intenciones, la personal y la gubernamental, lo cual produce el ruido que no existe en la educación superior privada.
@replicaalex

viernes, 4 de abril de 2014

No se hagan "guajes", es un secreto a voces



Por Marcela Jiménez Avendaño

Muchas veces me pregunté cómo era el proceso en que varios personajes políticos a la hora de adquirir cierto poder sentían un cambio mágico que los llevaba de ser quienes eran a ser seres increíblemente guapos, atractivos, carismáticos y elegantes.

Esto se lo digo porque desde que me inicié en la labor política, hace casi 20 años, fui testigo de cómo diputados, senadores, gobernadores, miembros de gabinetes locales y federales, y personajes que manejaban los dineros de estos (por cierto públicos) se sentían con la belleza suficiente como para acosar sexualmente a decenas de chicas y chicos, la mayoría empleados suyos.

Yo misma fui víctima.  Al inicio la incomodidad es brutal. Dan ganas de botar el trabajo y meterle unas patadas al susodicho. Y es terrible, pero no nos pasa por la cabeza denunciarlo. No tenemos una cultura de denuncia para ello y creo que la impunidad es tal en todos los ámbitos que, de hacerlo, la consecuencia sobre el acosador no pasaría a mayores y el señalamiento público y marca sobre la víctima si quedarían para siempre.

Con el tiempo, aprendí a rechazar estas propuestas elegantemente y ya no me causaban tanto enojo. Sin embargo, vi también cómo muchas y muchos caían en ese juego en aras de mantener sus empleos y seguir prosperando en el sucio mundo de la política.

Y esto viene a propósito del reciente escándalo en que se ha visto inmiscuido el dirigente del PRI en el DF, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, a partir de un programa radiofónico que puso en evidencia lo que aparentemente sería una red de prostitución y trata de personas a su favor pagada con recursos partidistas –es decir, públicos- y auspiciada por su equipo de trabajo perteneciente a la estructura de partido y en las instalaciones del mismo.

Gravísimo, sí. Pero nuevo, no.

Hemos podido presenciar muchísimos escándalos sexuales ligados a personajes políticos, y no solo en México, a nivel mundial conocemos de varios. Como olvidar a Bill Clinton o a Silvio Berlusconi.  A Mario Marín y Rubén Alanís.

La diferencia entre unos y otros es el trato público, social e institucional que se les da.

La mayoría de estos casos que son denunciados en Estados Unidos y Europa terminan en juicios y en la destitución de los culpables. En México, impensable.

Algunos ejemplos.

Egober precioso se hizo tristemente famosos a partir de las conversaciones difundidas  en las que le ofrecían 2 botellas de cogñac en aparente alusión a 2 trabajadoras sexuales que le serían enviadas, la aceptación de la detención ilegal que hiciera de la periodista Lidia Cacho y lasconversaciones de índole sexual con su amante de 17 años y  su vinculación con el pederasta Succar Kuri. Este destacable personaje concluyó sus 6 años de gobierno y fue la sociedad quien le castigó con su voto en la siguiente elección sancionando a su partido y a su candidato.

Rubén Alanís diputado local panista por Baja California, renunció simplemente a la coordinación de su grupo parlamentario tras darse a conocer conversaciones con su novio de 15 años, en un claro acto de pederastia, muy similar al anterior.

Rubén Escamilla, candidato a Asambleísta del PRD, fue evidenciado en un video pidiendo favores sexuales a una trabajadora para concederle un empleo de base en la Delegación Tláhuac de la que era jefe delegacional. En el video después se les observa teniendo sexo oral.

Muy diferente a lo que sucedió con la viceministra de Cultura de Costa Rica, Karina Bolañosquien fue destituida por un video que circuló en redes sociales con ella apareciendo sólo en ropa interior en su cama enviando un mensaje sugerente a un tal Pequis”.  Y eso que aquí no estamos hablando ni de pederastia, ni de trata de personas como en los dos casos anteriores.

Silvio Berlusconi, ex primer ministro italiano y en ese momento Senadorfue expulsado del Senado y recibió una condena original de 7 años de prisión (que después pasó a 4 y finalmente a 1 año de prisión domiciliaria) e inhabilitación para el ejercicio de cargos públicos tras acusársele de abuso de poder e incitación a la prostitución de menores. Este escándalo detonó cuando se hiciera público su gusto por fiestas “bunga bunga” en que varias mujeres desnudas que formaban parte de un sistema de prostitución personal le atendían. Pero básicamente fue a partir de que una joven marroquí, que todavía no cumplía 18 años, aceptó haber recibido 30 mil euros para prostituirse.

Y qué decir de Bill Clinton y el famosísismo caso del vestido manchado de Mónica Lewinsky que detonó tras la publicación de varias conversaciones que sugerían un romance entre ellos. Casi le cuesta el cargo y fue sometido al escarnio público en un juicio televisado tras acusársele de perjurio, abuso de poder y obstrucción de la justicia.

Y esto también pasa por organizaciones internacionales. Cómo olvidar a Dominique Strauss Khan, director del FMI y a Paul Wolowitzpresidente del Banco Mundial, ambos removidos de sus cargos. El primero por acusaciones de abuso sexual  y el segundo por peculado a favor de su novia.

Para el caso del “Basuritas”, bien por el PRI nacional que lo separó del cargo en tanto se investiga el asunto.

Bien por algunos políticos qurepudiaron estos actos.

Muy mal todos por hacerse guajes a sabiendas que éste no es un caso único ni exclusivo de un partido político.

No soy particularmente fan de Ernesto Zedillo pero concuerdo absolutamente con su diagnóstico. En éste, como en muchos casos, “En México faltan tres cosas, Estado de Derecho, Estado de Derecho y Estado de Derecho”.

@marcelajim