lunes, 1 de julio de 2013

La judicialización de la política



Por Alejandro C. Manjarrez
El fútbol bajó de tono el cierre de las campañas. Las concentraciones de cada candidato pasaron a segundo término. Ahí no hubo goles ni juego rudo ni victorias que festejar. Bueno, excepto el triunfalismo de los fanáticos de Tony Gali y la ventaja festinada por los priistas cuyo optimismo les ha hecho pronosticar que Enrique Agüera será el próximo presidente de Puebla capital.
Lo que vimos en el prolegómeno de esos cierres podría compararse con el esquema futbolístico de los brasileños que desde el inicio del partido contra España, mostraron su necesaria y hábil rudeza, características que al combinarse bajaron el poder del fútbol español.
Retrocedamos unas semanas y recordemos que dos equipos —me refiero a los políticos— se valieron del golpe bajo y del juego violento (en este caso sin habilidad). Veremos que cual contraste con el partido de marras, en las campañas electorales de Tony y Enrique la descalificación fue el hilo conductor, actos respondidos en tiempo y forma con la misma llamémosle técnica. El que las hace no las consiente, diría el clásico. En fin.
Lo que presenciamos, leímos y escuchamos en los últimos cuarenta días, es consecuencia del trabajo de los estrategas del marketing político y sus amanuenses, maniobras diseñadas para que uno y otro fueran señalados como corruptos, acusaciones que permitieron a ambos grupos publicar terribles golpes mediáticos que, valga el contraste, a cualquier gringo o inglés lo hubiera sacado de la contienda.
Regreso a la alegoría futbolística y pregunto: ¿quién ganará esta final?
Según lo que ha ocurrido creo que el juego poblano se definirá con una llamémosle ronda de penaltis dado que los dos agotaron sus oportunidades para definir el partido en el tiempo reglamentario. Entre esos “tiros libres” están desde luego las denuncias por enriquecimiento inexplicable (es un delito que se persigue de oficio), que es lo mismo que corrupción. La diferencia entre uno y otro “jugador” la encontramos en que Agüera ya fue exonerado mientras que Gali tiene en su contra la denuncia interpuesta por Manuel Espino, trámite judicial que —dice el ex panista— sigue su curso. Todo indica que en los próximos seis meses el tufo judicial irá en aumento.
Lo anterior me lleva a proponerle al lector que pensemos en los tres escenarios probables, aunque no ideales.
a) De ganar la elección Enrique Agüera Ibáñez, el PRI echaría las campanas a vuelo. En vez de cacería de brujas podría darse un proceso de negociación entre los tres niveles de gobierno, pacto que haría de Puebla un municipio receptor de los beneficios del estado y la federación. Los sapos serían parte del platillo de lujo en Casa Puebla.
b) Si la votación favorece a Antonio Gali Fayad, yo creo que ni su adversario y menos aún el jefe de éste, se tragarían esos sapos para después mostrar la sonrisa de la concertación. Reconocerían el triunfo de sus rivales sí (son dos, Tony y Rafa), pero ningún priista de prosapia se atrevería a meter las manos para desaparecer la denuncia interpuesta por Manuel Espino y las que tendrá que resolver el Trife; me refiero a las que presentó el PRI en contra del gobierno de Puebla acusándolo de intervenir en el proceso electoral que vivimos.
c) Este escenario lo forma la virgen que atrae las miradas de las autoridades que a veces la escuchan hablar. Tal actitud podría beneficiar a los gobernados cuyas protestas, exigencias y silencio tendrían que aplacarse mediante una extraordinaria labor gubernamental en beneficio de la sociedad angelopolitana.
De acuerdo con esta mi campechana apreciación, creo que lo que viene no es de color de rosa. Espero equivocarme.
@replicaalex