domingo, 9 de junio de 2013

Puebla y sus candidatos millonarios (II y última parte)



Por Alejandro C. Manjarrez
En la primera parte de esta breve serie escribí sobre Tony Gali Fallad, el candidato de Puebla Unida cuya fortuna declarada asciende a poco más de 77 millones de pesos. Sobra hablar de ello ya que Denise Maerker abundó sobre el tema y cualquier cosa que se diga sería un “refrito”. Así que mejor abordo la digamos que leyenda de Enrique Agüera Ibáñez, el otro candidato millonario que también pasó por el escrutinio periodístico de Denise, asunto que (él tuvo a bien informárnoslo) concluyó con la investigación realizada por la PGR, dependencia federal que determinó que no había ningún delito en la forma y fondo de la riqueza del entonces rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
Tanto Gali como Agüera han sido mencionados en las redes sociales más por sus antecedentes de dinero que por las trayectorias personales, mismas que al final del día coinciden en la facilidad de ambos para construirse un estatus millonario. La diferencia es que una y otra habilidades están en las antípodas respecto al método y la fuente. Y que al primero le falta ingresar a la tortuosa ruta de la denuncia e investigación ministerial, mientras que el segundo ya pasó por ahí para, como diría Salvador Díaz Mirón, cruzar el pantano sin mancharse el plumaje.
El chisme
Porque me lo han dicho varias personas, sé que circula en las redes sociales un correo cuya intención es desprestigiar al candidato del PRI-Verde Ecologista. Su contenido fue diseñado para poner en entredicho su honestidad y por ende restarle votos, quita que supuestamente beneficiaría a su adversario. Como la hablilla es la misma de antaño permítame el lector recordar algunos de los antecedentes publicados hace años (en columnas y en el libro Puebla, el rostro olvidado, segunda edición), datos que tal vez aclaren las razones de la riqueza de Enrique y de otros poblanos que encontraron su “mina de oro” en la educación superior privada.
Cuando Manuel Bartlett llegó al gobierno de Puebla, lo hizo decidido a convertir a la BUAP en la mejor universidad pública, después de la UNAM (me lo dijo en una entrevista). Para ello contrató a varios especialistas y éstos hicieron el diagnóstico que determinó lo que llamaron excelencia académica y desmasificación (Proyecto Fénix). Phillip Coombs convenció a Bartlett y éste instruyó al rector de entonces (Pepe Doger) para que se redujera la matrícula y la Universidad pudiera adicionarse al proceso de excelencia. “Si es necesario –dijo el gobernador– habrá que convencer a los jefes de línea dándoles las prestaciones que nunca imaginaron”. Ocurrió e inició la mejora en el nivel profesional del cuerpo directivo instituyéndose el Proyecto Fénix.
La desmasificación produjo el caos en el medio estudiantil. Quedaron fuera los aspirantes que se había propuesto ingresar a la universidad. Miles no cumplieron con el promedio que requería el examen de admisión de la BUAP. Y esos miles formaron la masa estudiantil que demandó más espacios en la educación superior.
Varios maestros percibieron el fenómeno y lo que sucedería después. Algunos se animaron a crear la oferta, Agüera Ibáñez entre ellos. Ahí estaba la oportunidad que sin duda aprovechó Enrique y su familia para validar lo que ha manejado en sus entrevistas cuando cita a Ortega y Gasset: “el hombre es él y su circunstancia”.
El negocio
Es conocido el hecho de que con el apoyo de sus hermanos creó su propia universidad, lo cual le permitió incorporarse al sector privado a través de uno de los negocios más productivos de México: las universidades, precisamente. Si la memoria no me falla, por esos años fungía como director de facultad en la BUAP (Administración Pública). De ahí que su familia solicitara la autorización respectiva a la Secretaría de Educación Pública.
Agüera llegó a la rectoría y sus antagónicos decidieron denostarlo con la idea de evitar su reelección e incluso su permanencia en la BUAP. Fracasaron para, sin habérselo propuesto, fortalecerlo al grado de que fue rector nueve años.
En el 2008 pregunté a Agüera Ibáñez sobre su dinero y lo que opinaba de sus críticos (entrevista en Réplica). Me respondió:
“Soy un hombre de trabajo cuyos bienes están registrados en la página de transparencia de la Contraloría. Quien quiera saber la verdad sobre mi patrimonio, no chismes ni intrigas ni descalificaciones, que investiguen. A los chismosos y mentirosos yo les digo: vayan e investiguen. Mi patrimonio es resultado del trabajo y absolutamente comprobable e histórico…”
Esa historia incluye sus servicios de consultor y desde luego su incursión en el negocio de las universidades privadas. ¿Cuánto ganas por ello? Inquirí en aquella entrevista y él sólo sonrió (nadie dice lo que dejan los negocios, información reservada para el fisco). Así que tuve que usar la imaginación y calcular las utilidades que produce el negocio: según mis números serían alrededor de cinco a diez millones de pesos de ingresos mensuales netos familiares, caudal que tuvo que invertirse en la ampliación y mejora del campus así como la apertura de varias sucursales. Negocio redondo si sumamos las colegiaturas de la matrícula que, me dicen, asciende a poco más de 10 mil estudiantes.
Este es pues Enrique Agüera Ibañez, ahora un político controvertido gracias a que se habla de tú con la diosa fortuna. Igual que Tony Gali pero con una diferencia que desde luego es peligrosa: el panista le pellizca las nalgas.
@replicaalex