martes, 5 de marzo de 2013

Elba Esther, una bomba peligrosa



Por Alejandro C. Manjarrez
Elba Esther Gordillo Morales no supo leer los mensajes políticos del presidente Enrique Peña Nieto. Además se olvidó de que el dinero no proporciona amigos, sino enemigos de mejor calidad. Su mal habida su riqueza personal le tapó los ojos para no ver las novedades en el escenario político nacional.
Ese su estilo le ganó varios de esos enemigos de calidad, como por ejemplo Andrés Manuel López Obrador. Ya lo sabe el lector pero vale la pena recordarlo: cuando candidato, AMLO dijo que Peña Nieto era cómplice de ella. Y agregó que Gordillo sería secretaria de Educación Pública, siempre y cuando el PRI ganara la Presidencia de México. La Maestra quizá no entendió que las palabras del Peje la apartarían del hoy Presidente que por aquellos días quería alejarse de todo lo que le restara votos y simpatías, razón por la cual canceló su trato con el Partido Nueva Alianza (Panal). A Peña le urgía librarse de ése y otros sambenitos que, de haber persistido, le habrían quitado los votos que lo llevaron a la victoria.
Primer mensaje
Tal vez por soberbia o quizá por menospreciar a quien tropezó en la Feria Internacional de Libro de Guadalajara (2012), Elba Esther no quiso tomar en cuenta los sentimientos políticos de Enrique Peña Nieto, un hombre cuya esencia y entrenamiento lleva la carga del priismo a ultranza; es decir, la vocación u oficio que incluye el castigo ejemplar a los traidores y que, además, sabe cómo manejar los tiempos para cobrar afrentas. Elba Esther omitió esa y otras circunstancias a pesar de haber sido parte de la “cultura” priista. Y lo peor es que se olvidó de su trabajo en contra del PRI, partido que, gracias a su mano negra, perdió la elección presidencial del 2006 y varias estatales como Puebla y Baja California, por ejemplo. En este último caso, el candidato derrotado fue Jorge Hank Rhon, beneficiario y digno representante de la herencia Atlacomulco.
Además de otras señales, la señora Gordillo también cerró los ojos cuando el presidente de México nombró a Emilio Chuayffet Chemor como titular de la Secretaría donde ella metía mano y decidía o negociaba posiciones. Le valió un soberano cacahuate que este mensaje fuera reproducido hasta el hartazgo por exégetas, comentaristas y analistas políticos.
Segundo aviso
Aparte del actual secretario de Educación Pública, Elba Esther tenía en José Antonio Meade Kuribreña, a otro servidor público adverso a sus intereses. Como secretario de Hacienda que fue de Calderón (noviembre de 2011 a diciembre de 2012), el hoy titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, pudo haber integrado el expediente que usó el gobierno actual para denunciarla y consignarla. Fueron pues luces de alerta que la Maestra tampoco percibió. Igualmente soslayó las denuncias que hubo en su contra meses antes de la conclusión del mandato calderonista, delitos cuyas evidencias (varias) pudieron ser las mismas que formaron parte de la averiguación que la tiene en la cárcel. (Dicen que le echó la mano Marcelo Ebrard Casaubon, entonces Jefe de Gobierno y, junto con Manuel Camacho Solis, uno de sus viejos promotores).
Agregue a esos acuerdos otro hecho conocido: el que un mandatario hereda al sucesor los expedientes de asuntos en trámite. Podría ser el caso del viejo legajo (2010-2011) sobre la investigación de la riqueza de la dirigente. Eso de que en 90 días las autoridades hacendarias y de justicia descubrieron la trama financiera de Elba Esther, parece un cuento chino que ni Scotland Yard, el Mosad, la CIA o el FBI se lo creerían.
Tercera señal
La historia sindical fue otro de los mensajes tachado con las crayolas de la soberbia: Elba ignoró el hecho de que Carlos Jonguitud Barrios se hiciera senador para obtener el fuero que al final del día le dotó de impunidad. Gordillo vivió aquel momento y su cerebro lo borró. Se supuso eterna pues. Igual se sintió elegida de los dioses. Y en un acto de amor filial hizo senadora a Mónica Arriola, su hija, cuando, por aquello de las dudas y deudas políticas, ella debió serlo de acuerdo con las lecciones de quien fuera su paradigma, el que la hizo y le enseñó el camino del sindicalismo y cacicazgo magisterial.
Lo absurdo de semejante actitud de menosprecio al Estado y a su poder, ocurrió en el momento en que la señora cerró sus oídos a los avisos, señales o amenazas directas del secretario de Educación Pública. Dos de éstas salieron al aire y fueron nota de todos los medios de comunicación que difundieron los mensajes del discurso sobre la Reforma Educativa; a saber: “La no sujeción de la evaluación a caprichos e intereses particulares”. Y: “La imposibilidad de pactar o diferir la evaluación”.
Ese mismo funcionario le soltó la segunda advertencia en su discurso del aniversario luctuoso de Francisco I. Madero (100 años): valiéndose de su retórica ampulosa, facunda, Emilio arremetió contra la líder del SNTE al sugerir que ella impedía el desarrollo educativo. Elba Esther, insisto, soslayó u olvidó que Chuayffet es un miembro del gabinete y que sus palabras como tal fueron y serán palomeadas por su jefe, el Presidente o ventrílocuo del poder nacional.
La bomba
Como palo dado ni Dios lo quita, a la Maestra no le queda de otra mas que desquitarse y revelar (en vida o post mortem) lo que vio, negoció o pactó con los políticos que corrompió. Si así fuere, lo primero que tendría que hacer es correr la cortina a los acuerdos que tuvo con Felipe Calderón. Esto permitiría que la sociedad mexicana supiera cómo y por qué el ciudadano que representó a la institución presidencial, cometió un acto ilegal al aceptar la participación de los mapaches electorales del magisterio. Y los ciudadanos nos enteraríamos de que manera y en qué condiciones el gobierno de la República mercantilizó las posiciones administrativas y las concesiones políticas que se le otorgaron a la señora Gordillo. O sea el pago de favores.
Asimismo conoceríamos los acuerdos que condujeron a la creación del Panal, y desde luego los tratos que su dirigencia hizo con gobernantes y candidatos. Igual saldría a la luz pública cuánto dinero recibieron de ella esos candidatos a cargos de elección popular y cómo se aplicó el recurso para poder negociar desde dignidades hasta impunidades. Todo esto, que conste, sin que el IFE metiera su digna cuchara. En fin.
Creo que, de vivir, Carlos Fuentes, autor de un libro financiado por Elba Esther Gordillo Morales (Por un progreso incluyente, 1997), ya habría expresado algo para atemperar su demoledora opinión sobre Enrique Peña Nieto (“no puede ser presidente a partir de la ignorancia") y lo que años antes había dicho exaltando el trabajo de la maestra Elba Esther Gordillo Morales. No se hubiese quedado con esas dos espinas clavadas en su intelecto, aguijones enterrados con la fuerza del marro de la Maestra.
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