domingo, 16 de diciembre de 2012

Prensa y poder, espíritu navideño



“No hables mal del puente hasta haber cruzado el río”
Por Alejandro C. Manjarrez
 “… al gobierno (del estado de Puebla) le urge un golpe de timón para cambiar no de rumbo sino de rutas que igual conduzcan hacia los objetivos que se ha trazado Rafael Moreno Valle Rosas. Lo digo, que conste, porque el mandatario es un hombre inteligente y dispuesto a valorar las diversas opiniones, aunque éstas no estén en la frecuencia o sintonía de su asesor de imagen, el máster Marcelo García Almaguer…
Este párrafo y el que sigue lo escribí el 6 de septiembre de 2011.
“Si no da ese viraje, podrían aumentar los problemas provocados por la incomprensión a las características enunciadas. La ventaja (veámoslo con optimismo) es que ya se encendieron varios focos rojos, precisamente para mostrar al poder político las rutas fallidas que de prevalecer, conducirán al fracaso…”
Un año después de aquella columna (“El timón morenovallista”) ocurrió la debacle electoral del PAN: ganó la Presidencia Enrique Peña Nieto y se eclipsaron los propósitos del gobernador basados en mantenerse ligado al poder para afianzar la sucesión en el 2018. Y lo peor: el nuevo gobierno abrió sus cartas y en ninguna de ellas apareció Elba Esther Gordillo Morales, quien hasta el 1 de diciembre pasado había sido uno de los más importantes factores de negociación política. Como lo sugiere Javier Gutiérrez Téllez en su columna “Elba Esther, Moreno Valle, los medios” (e-consulta), en los números que soportan las posibilidades para la “grande”, el titular del poder Ejecutivo perdió un cincuenta por ciento.
Durante ese lapso (septiembre 2011 a diciembre 2012) el vocero oficial dedicó su tiempo a pelear con los periodistas no controlables. En algunos casos los insultó, en otro hizo mofa de su calidad e incluso los demandó o amenazó con hacerlo y, como para adornar su heterodoxo estilo, tuvo la osadía de usar las redes sociales para “competir” y antagonizar con varios no obstante su calidad de representante del mandatario poblano. Ello además de cancelar la propaganda oficial a los medios considerados críticos o incómodos para el gobierno y de usar amanuenses dispuestos a hacerle el caldo gordo.
En la columna de marras dije “fracaso político” pensando en las reacciones en contra de los objetivos trazados por Rafael Moreno Valle. Una de esas reacciones fue “el despertar de los medios que se habían dormido en sus laureles financieros”. Aquel pleito, disputa mediática o menosprecio profesional, desgastó la imagen morenovallista, deterioro que meses después se manifestó en los medios nacionales, donde el gobernador empezó a tener menciones negativas sustentadas en la información tomada, precisamente, de columnas, periódicos escritos y digitales editados en Puebla. Se prendieron los focos rojos pues.
Ante la urgencia de lo evidente se produjo la respuesta que sorprendió a la prensa, sector en apariencia considerado como pueblerino, chambón y mediocre: Marcelo García Almaguer entró en sintonía con su amigo y jefe (o tal vez al revés) para tender el puente entre los periodistas y el poder político. Lo hizo en cuanto recibió la responsabilidad de la comunicación social decidido (eso creo) a romper los paradigmas que construyó Sergio Ramírez Robles, el “comunicador” considerado por los colegas como un tipo bravucón inspirado en lo que escuchó o le ordenaron, vaya usted a saber. La obvia intención de Marcelo: establecer un diálogo inteligente con los medios escritos y electrónicos.
El primer paso de García Almaguer fue convocar a todos, periodistas y medios de comunicación, al “festejo navideño” que en Casa Puebla encabezó Moreno Valle, reunión en la que éste se mostró cordial, saludador, comunicativo, laxo y hasta amigable, tal y como lo acostumbró cuando buscaba posicionarse como aspirante primero y candidato después.
De prevalecer esta intención y actitudes, llamémoslas reivindicatorias (por no decir inteligentes), podría mejorarse la relación prensa-gobierno partiendo de la asertividad en materia informativa, interlocución que desde luego no frenaría el avance del periodismo poblano, independencia y profesionalización fomentada gracias, paradójicamente, a la incorrecta política de comunicación que el gobierno del estado puso en práctica.
Usé el término “asertividad” porque éste concentra lo que los poblanos esperan de su gobierno y los medios de comunicación: la verdad sin ofensas contra el servidor público, afirmaciones que también deben estar exentas de los tamices que agradan al gobernante.
Como propongo en el epígrafe de esta columna, habrá que dar el beneficio de la duda a Marcelo García Almaguer, y al poder que éste representa.

Twitter: @replicaalex