domingo, 9 de diciembre de 2012

La bronca del PRI de Puebla



Por Alejandro C. Manjarrez
Si existen las redes sociales que han regenerado la memoria histórica, cabe preguntar: ¿por qué algunos políticos siguen siendo timoratos, churriguerescos, barrocos y dalevuelta?
Otra pregunta: si el PRI tiene la oportunidad de recuperar la confianza de la sociedad, ¿por qué sus dirigentes conservan el estilo aquel que los llevó a perder la confianza del pueblo y por ende la Presidencia de la República?
Debe haber muchas respuestas, unas sencillas y otras tan sofisticadas que podrían formar parte de los textos de sesudos politólogos. Sin embargo, para el que esto escribe, la única razón de esa tozuda persistencia, se debe a que los políticos (la mayoría) han perdido su capacidad de aprendizaje y también de lectura. Y lo peor: algunos son jóvenes con actitudes de viejo, o viejos asustados ante la dinámica social de los nuevos tiempos. De cualquier manera unos y otros están rebasados por la generación actual que, en el mejor de los casos, suele verlos con desprecio o, si son esos políticos clones del pasado reciente, con la indignación que provoca el insulto a la inteligencia, la de la opinión pública.
Lo que usted acaba de leer se me ocurrió después de revisar la entrevista que Álvaro Ramírez Velasco (e-consulta) le hizo a Pablo Fernández del Campo, dirigente estatal de PRI poblano. Transcribo algo que avala lo que digo líneas arriba:
La pregunta del reportero fue la siguiente:
“Desde su perspectiva, Mario Marín, como muchos otros cuadros, integra el capital del PRI…”.
Y Pablo respondió como antaño lo hacían los políticos en cuyo léxico se concentraba la demagogia, la retórica sin compromiso, lo timorato, el pánico a las jerarquías, la vergonzosa disciplina, la absurda institucionalidad, la gratitud perruna y el discurso parroquial:
Es un ex gobernador que su legado está y que él, como muchos ex gobernadores que siguen siendo priístas y como muchos cuadros distinguidos y como muchos ex diputados locales y federales que han dado las batallas, que han entregado cuentas, pues eso es el capital del PRI, y eso es lo que me parece que, junto con Enrique Peña Nieto, vamos a estar…”
“¡Joder!”, diría un baturro ofendido por semejante galimatías.
“¡Carajo!”, espetaría cualquiera de los priistas que se entusiasmó con el cambio que auguraba el deslinde del poder variopinto que ejerce Rafael Moreno Valle Rosas.
“¡Ya ni la chinga!”, estarán pensando aquellos que confiaron en que el relevo sería para que el PRI mejorara.
“¡Aplauso!”, gritarán los panistas y los tránsfugas del priismo, los primeros porque aún persisten los argumentos electorales para combatir al PRI, y los segundos complacidos porque para ellos su ex partido ya no tiene remedio.
Bueno, para acallar la altisonante especulación del columnista, a quien no le cabe la menor duda, el más feliz con el nuevo dirigente estatal del tricolor, se llama Mario Plutarco Marín Torres. Sí, el góber que descuidó los flancos y la retaguardia por andar viendo pa´delante, hacia el futuro (el suyo); el mandatario que entregó la plaza para negociar su tranquilidad y la de su familia; el priista que dicen los auditores que callan porque hay órdenes de muy arriba se llevó hasta el mecate.
Con el entusiasmo que le distingue, después de enterarse de las lisonjas del dirigente de su partido en Puebla, este “cuadro distinguido” seguramente habrá dicho en tono de festejo: “¡Ese es mi Pablito, chingao!”
¿Qué dirá el staff político de Enrique Peña Nieto cuyo interés es legitimar al nuevo presidente y con él al PRI con todo y su parafernalia?
Vuelvo a especular e imagino la respuesta consensuada de los hombres del Presidente:
¿Nos habremos equivocado?
Vaya bronca en la que se metió Pablo Fernández del Campo, asiduo lector de sus propios argumentos…
acmanjarrez@hotmail.com

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