martes, 26 de junio de 2012

Fin de la República ofendida



Por Alejandro C. Manjarrez
Mal que bien, los candidatos presidenciales metieron a la sociedad en un mundo de propuestas, sueños guajiros, descalificaciones, ocurrencias, odios y amores. Sin habérselo propuesto impulsaron el viraje que desde la década de los 80 buscaron los poderes fácticos asesorados o animados por los gringos “democratizadores”. Se logró así lo que ninguno de sus arcángeles o diablos –depende de quién se trate– habían podido hacer.
La génesis del cambio
Antes de todo este barullo, en la década de los 80, la Heritage Fundation, organización estadunidense ultra conservadora, produjo un documento tan agresivo como invasivo: proponía buscar la forma de poner a México de rodillas para lo cual había que inducir a sus políticos con el fin de que eliminaran los históricos compromisos ideológicos. Hubo entonces dinero a raudales para, decían, promover la democracia en América Latina, empezando por nuestro país. Manuel de Jesús Clouthier del Rincón fue visto con agrado por los conservadores del vecino país. Carlos Salinas de Gortari, su adversario y al mismo tiempo alternativa para el proyecto gringo, representaba, más que al PRI, al neoliberalismo económico abrevado en Harvard. Cuauhtémoc Cárdenas les resultaba el candidato incómodo debido a sus antecedentes familiares y políticos, mismos que no encajaban en el planteamiento de la fundación mencionada.
A la artimaña electorera, por cierto nada democrática y muy infiltradora, se acompañaron acciones mediáticas diseñadas para obligar al cambio político: el consorcio Time-Life-Warner Bothers armó reportajes y produjo el documental sobre la muerte del agente de la DEA, Enrique (Kiki) Camarena, crimen que puso a México en los anales de la corrupción institucionalizada. A pesar de todo y del dinero que se envió a México, Clouthier perdió la elección y Salinas llegó al gobierno para romper los paradigmas de su partido y llevar a cabo la desideologización del Estado mexicano: modificó los artículos 3ro. 27, 123 y 130 de la Constitución, cambios que impulsaron la presencia y crecimiento en México de otras religiones, entre ellas la profesada por la mayoría del pueblo estadunidense. De ahí la paradoja que produjo el gusto de la Iglesia Católica que, sin darse cuenta de la trampa, echó las campanas a vuelo por “haber logrado” el reconocimiento constitucional.
Las sacudidas
Salinas fue “sorprendido” por la guerra que el Comandante Marcos declaró al gobierno mexicano. Manuel Camacho Solís intervino como mediador y convenció a su amigo y jefe para que pactara con los insurrectos dándose la oportunidad de ubicarse ante el mundo como un estadista de avanzada, pacifista y humanista. Pero ni uno ni el otro contaron con la inteligencia del subcomandante que, como lo sugirió Gutenberg, inventor de la imprenta, usó al ejército de 26 soldados de plomo para derrotar al “enemigo”, además de trascender internacionalmente en perjuicio de la fama pública del presidencialismo mexicano, entonces bajo la férula de Salinas.
Se produjeron los llamados crímenes de Estado y fueron asesinados el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el candidato Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu, éste último emparentado con el entonces Presidente de México. La política, el PRI, los políticos y el gobierno priista entraron en el tobogán que los llevaría al desprestigio. Seis años después ocurrió el famoso cambio que tanto presumió el Partido Acción Nacional y también Ernesto Zedillo.
La vergüenza republicana
Llegó Vicente Fox Quesada a la Presidencia, cargo al que le puso las botas y las zapatillas del vaquero dominado por su mujer. Y no sólo mutiló el águila del escudo nacional sino que además castró a la institución republicana para injertarle la nueva figura que él mismo definió como “pareja presidencial”.
A estas alturas, los integrantes ultras de la conservadora Heritage Fundation, deben haberse divertido mucho ante la estupidez que de plano rebasó las expectativas que propusieron en aquel documento, insisto, tan agresivo como invasivo. Y puede ser que hasta Felipe Calderón (al fin abogado) se haya lamentado por el apoyo y el manejo electoral que a favor de Fox promovió el PAN, a la sazón bajo su presidencia y control.
Conociendo a su jefe como tal (mandilón y dependiente de su esposa), Felipe empezó a armar su proceso interno para suplir al Presidente con botas. Supo por dónde caminar y en qué momento retirarse del poder de la “pareja presidencial”. Aprovechó la indignación de los panistas custodios, los de cepa y los tradicionales con el objetivo de ganar la candidatura al máximo cargo del país. Finalmente se puso la banda tricolor gracias a su visión electoral y desde luego al “pequeño detalle” que representó la señora Elba Esther Gordillo Morales, cuyos controles llegaban hasta el mismísimo seno del Instituto Federal Electoral.
Inicio del despertar
Calderón se hizo del poder gracias al apoyo y compromisos signados “de a bigote” con la lideresa del magisterio nacional. Y también por el voto útil que en su nombre y representación negoció Manuel Espino (por aquellos días presidente del PAN) con los gobernadores del PRI, el “Precioso” uno de ellos. Felipe repartió prebendas a espaldas del pueblo e hizo como que la virgen le hablaba para incumplir su promesa de denunciar y consignar a los corruptos, o sea a varios de los gobernadores que, ayudándolo, pactaron su impunidad.
El ruido de la metralla, las cabezas humanas regadas por doquier, los cadáveres colgados, quemados, disueltos en ácido y encostalados, enturbiaron la santa paz que sin duda el Presidente supuso que habría de lograr para pasar a la historia como el renuevo de la patria anhelada por los fundadores de Acción Nacional. A ese terrible fenómeno se adicionó la purga y el congelamiento de algunos panistas incómodos. Y dio inicio el deterioro de la estructura que le había servido durante su larga lucha por alcanzar el poder presidencial.
El estruendo social
"Hace más ruido un sólo hombre gritando que cien mil que están callados", dijo el general libertador José de San Martín. Como si lo hubiesen escuchado empezaron a gritar los jóvenes de México que por su edad estuvieron ausentes de los conflictos no así de las consecuencias. Puede ser incluso que hayan heredado el sentimiento de indignación que produjo ese trayecto negro lleno de crímenes, corrupción, componendas de todos colores, traiciones ideológicas, injusticias y pactos sellados con el moño de la corrupción institucionalizada. Es probable. Lo seguro es que inició el despertar de la sociedad apoyada por las redes sociales. Se hizo el milagro pues.
¿Por quién votar?
Pronto tendremos nuevo Presidente. No importa quién gane porque el que lo haga encontrará a cientos de miles de jóvenes dispuestos a levantar la voz. Sin embargo, aquí le dejo algunos trazos del perfil de cada candidato en el entendido de que la decisión de usted será lo más importante.
Josefina Vázquez Mota carga el fardo que representa el presidente Felipe Calderón, cuyo pasivo cuenta con 60 mil asesinatos sin resolver y 10 mil mexicanos desaparecidos. Esto además de la misoginia del poder político nacional y los errores provocados por la tozudez de su gurú o asesores, gente toda empeñada en dos acciones: la guerra de lodo y el encubrimiento de la corrupción de sus cofrades. De ganar (algo que parece poco menos que imposible) tendría que reinventarse para dejar de ser el objeto político del cual buscan aprovecharse los vengadores de la dignidad perdida en los dos últimos sexenios.
Enrique Peña Nieto soporta el peso del priismo que lleva la marca de la “Escuela Política Edomex”, donde se ha multiplicado el exquisito estilo de Carlos Hank González. Tiene el oficio y talento políticos que legaron a sus paisanos personajes de la talla de Narciso Bassols, Ignacio Manuel Altamirano, Adolfo López Mateos e Isidro Fabela. Empero Peña nos ha demostrado que no es suficiente admirar a los personajes célebres y menos aún conformarse con el entrenamiento digamos que utilitario, ejercicio que nunca podrá suplir a la cultura. Si como lo perfilan las encuestas el triunfa, tendría que abandonar la tradición priista para dar a su gobierno un perfil acorde con las exigencias del sector social informado que está en contra de dar legitimidad a su posible victoria electoral.
Andrés Manuel López Obrador no podrá borrar el origen priista que tanto le ha pesado y que decidió abandonar para repudiarlo hasta el hartazgo. Lleva sobre su espalda los justos o injustos reclamos producto de los actos de protesta inspirados en su estilo que lo ubica en las antípodas de la ortodoxia política. Sus impulsos personales contrastan con sus propuestas de gobierno. Ha sido rebasado por la estrategia que diseñó su tanque de cerebros. Tal vez a eso se deba que un día se muestre bondadoso y fraterno, al siguiente metido en los burgos donde domina el odio, y después retornando al espacio amoroso en el cual, a veces, se maneja con la cola entre las piernas. Va en caballo de hacienda, sin duda, porque aunque pierda seguirá vigente como líder de Morena, la organización que será partido político y quizá la conciencia nacional si los jóvenes lo adoptan y no mete sus manotas el equipo que armó aquel cochinero interno perredista.
Gabriel Quadri de la Torre carga con el pecado de pertenecer al partido de Elba Esther Gordillo, la lideresa en cuya nómina de afectos figuran distintas personalidades del mundo oficial, unos dispuestos al debate más defensivo que ofensivo, otros encantados de dejarse seducir por lo que representa el SNTE, y los menos arrepentidos del origen del cargo que ostentan, mismo que depende del poderío caciquil de la maestra. Pasará a la historia, pero no como político sino como el arma mortal inventada por quien su propia víctima: Elba Esther Gordillo.
Salvo su mejor opinión, yo creo que estamos viviendo los últimos días de la República ofendida. Ojalá.
Twitter: @replicaalex