jueves, 1 de marzo de 2012

De ángeles y demonios poblanos


Por Alejandro C. Manjarrez
Entre los recuerdos de Mariano Piña Olaya está sin duda la visita que le hizo Rosendo Huesca y Pacheco, cuando el entonces arzobispo fue hasta su casa para conocerlo y obsequiarle el libro El poder civil y el poder espiritual. Don Rosendo sabía que Mariano iba a ser ungido candidato a gobernador. De ahí que se trasladara hasta la ciudad de México donde Piña habría de recibirlo. Algo pasó porque el político olvidó su importante cita y Pata –como le dice Mariano a su esposa– salió apesadumbrada a disculpar a su olvidadizo marido. “Pásele Monseñor, esta es su casa”, le dijo amable. Huesca se disculpó por no aceptar pero le entregó el libro de marras.
Aquel que resultó un encuentro fallido hizo que Mariano entrara en pánico. Así, ese mismo día, buscó la forma de ir al domicilio arzobispal, visita que se llevó a cabo setenta y dos horas después. Piña acudió a la cita con un plato de galletas preparadas ex profeso por Patricia Kurczyn. El encuentro fue cordial y, supongo, harto interesante debido a las capacidades intelectuales de esos dos “pastores”, el espiritual y el civil.
Durante el mandato de Manuel Bartlett, alguno de sus colaboradores “descubrió” que en los archivos de la Catedral había partituras de varios maitines inéditos. Lo supo Bartlett e ipso facto ordenó hacer un disco así como organizar la presentación, precisamente en Catedral, hecho que ocurrió meses más tarde.
Antes de iniciar el espectáculo que hubiese puesto muy contenta a sor Juana Inés de la Cruz, el Arzobispo invitó a Bartlett a pronunciar un mensaje ubicándose en el Altar Mayor, justo al lado del Ciprés construido por Manuel Tolsá. El gobernador echó su rollo cultural. Después le tocó el turno al arzobispo y una de sus frases, la demoledora para el espíritu liberal del poderoso mandatario, la pronunció señalando con el dedo hacia la bóveda catedralicia: levantó la mano izquierda y soltó la siguiente consigna: “¡Allá está el que manda!”. Don Manuel puso su cara de mandarín chino. Y calló.
Melquiades Morales Flores no hizo ruido respecto a su relación con el Clero; sin embargo, siempre estuvo cerca del jefe de la Arquidiócesis de Puebla. Sabía e incluso fue testigo –y quizás hasta protagonista– de los efectos que produjo la mano firme de su Eminencia, como él le llamaba: como estudiante o maestro tuvo la oportunidad de ver y enterarse del movimiento que el 5 de mayo de 1979 Manuel Buendía definió en su columna de Excélsior con las siguientes palabras:
“Monseñor Rosendo Huesca es recordado porque en 1973, siendo coadjutor del flamígero Márquez y Toriz, hizo cuanto pudo para detener la violencia y lograr el desarme de los grupos en contienda (patrones y escuelas confesionales vs la UAP). A la muerte de Márquez, en 1974, las damas “cacerolistas” fueron en peregrinación a Roma para pedir al Papa que no nombrase arzobispo de Puebla a Rosendo Huesca, sino a Luis Munive Escobar, de Tlaxcala, otro de los clérigos ultraderechistas… no lograron ver al Papa, pero en algún modo impidieron el ascenso de Huesca. Éste llamó hermanos a los universitarios permanentemente condenados al fuego infernal por el doctor Márquez, y apaciguó los ánimos falangistas… (Más tarde) Rosendo asumió, como arzobispo, el mando de la diócesis poblana, y hasta ahora los “ultras” no han logrado que les bendiga las metralletas y las bombas…”
Estos recuerdos llevan la intención de felicitar a don Rosendo Huesca y Pacheco, quien acaba de cumplir 80 años de edad (1 de marzo de 1932). Y además dejar constancia de la sensibilidad del Arzobispo, actitud que quedó manifiesta cuando, como lo apunta Buendía, impidió que la ultraderecha tomara las armas para combatir y matar a los “cochinos comunistas”. La efeméride me permite asimismo traer a colación otro dato que debería poner en estado de alerta al actual arzobispo, Víctor Sánchez Espinosa, a saber:
En una de las elecciones intermedias, don Rosendo se comprometió a combatir el abstencionismo desde el púlpito. Envió además una circular a los sacerdotes de la arquidiócesis. En el documento recomendaba promover el sufragio político, lo cual resultó contraproducente ya que los católicos se le rebelaron para establecer uno de los porcentajes de abstencionismo más altos de la historia poblana, resultado que dejó constancia del rechazo popular a esa preocupación de la Iglesia católica, institución diseñada bajo el principio bíblico que establece el respeto a los asuntos del César.
Última lección: Huesca dedicó parte de su tiempo a impedir que otras religiones se llevaran a sus prosélitos. Falló a pesar del apoyo de los gobernadores que compartieron con él esa preocupación. Hoy las cosas se han puesto más difíciles debido a que abundan los gobernantes cuya filiación religiosa es de esencia cristiana, fenómeno éste que bien conocen los integrantes del gobierno morenovallista
Twitter: @replicaalex