jueves, 22 de marzo de 2012

5 de Mayo, ¿festejo o mojiganga?


Por Alejandro C. Manjarrez
El término mojiganga utilizado por Manuel Bartlett para definir a priori los festejos del 150 aniversario del 5 de Mayo, me ubicó en el libro de Ricardo Garibay (De vida en vida). Recordé uno de sus pasajes, mismo que enseguida repito de memoria con la intención de retratar con palabras y acciones a varios de los nuevos políticos, en especial a los conservadores cuya investidura (no su formación) los obliga a conmemorar el natalicio de Benito Juárez.
Después de leer las siguientes líneas, usted dirá si se parecen o no a don Arturo Arnáiz y Freg, el personaje aludido por Garibay:
“A ver, ¿quiénes son Oaxaca?” —preguntaba aquel terrible maestro de Historia de México, justo el día en que iniciaba su materia en la UNAM. Los oaxaqueños que nunca faltan en los planteles de educación superior, levantaban la mano orgullosos pensando en que serían objeto de alguna referencia positiva con respecto a la figura de Juárez; presumían además que don Arturo los iba a poner como ejemplo para ponderar el legado histórico del ilustre oaxaqueño, o de Porfirio Díaz, o de José Vasconcelos.
Una vez colocados junto al pizarrón aquellos que habían levantado la mano, el maestro se dirigía al grupo para con voz estentórea soltar la siguiente consigna, sin dejar de señalar a los jóvenes originarios del estado de Oaxaca:
“¡Mírenlos bien y grábense en su cabeza sus rostros! ¡Nunca permitan que alguno de estos u otros oaxaqueños llegue a ser presidente de México!”.
Vaya susto para los paisanos de Benito Juárez, de Porfirio Díaz y de José Albino Vasconcelos Calderón. Iniciaban así la carrera universitaria con espanto, sacudida que provocaba la indignación de los aludidos y de varios de sus compañeros molestos, precisamente, con la actitud del catedrático. Sobra decir que Arnáiz se ganó la fama de racista, de cabrón, no sólo en las aulas universitarias sino también en los círculos políticos.
Va otra anécdota:
Cuando el entonces presidente Echeverría y su comitiva volaban hacia Inglaterra, don Luis quiso conversar con sus invitados, varios de ellos periodistas y uno que otro intelectual como Arnáiz y Freg. Los reunió en la sala del avión y entre otras de las dudas planteadas, el mandatario les preguntó: “¿Cómo debo saludar a la reina, le doy la mano o le hago una caravana? ¿Cuál es el protocolo?”
Arnáiz tomó la palabra a bote pronto para, irónico e irrespetuoso, responder al presidente de México: “Muchachito presidente: caravana, desierto, camellos… Usted tendrá que saludar a su majestad con un reverencia”. Nos cuenta Garibay que en ese momento don Arturo fue abordado por el jefe del Estado Mayor Presidencial, y que éste atento y decente lo condujo a un privado del cual el intelectual ya no pudo salir hasta que el avión aterrizó en la Gran Bretaña.
De haber tenido injerencia en la vida cívica de México, Arturo Arnaiz y Freg hubiera organizado varias mojigangas.
Y ya que me metí al lado oscuro de los conservadores, le comparto el siguiente párrafo de La otra historia de México, obra escrita por el iconoclasta Armando Fuentes Aguirre, excelente humorista (Catón) que hace de las anécdotas una mojiganga divertida.
“Había descontento en 1870 contra Benito Juárez. Su aureola de paladín de la nación frente a la intervención extranjera se había apagado con mucha rapidez. Don Benito habría sido realmente un benemérito de la patria si después de consumado el triunfo de la República hubiera cedido el poder a otro ciudadano. Su ambición política le cerró a México el camino de la paz”.
¡Vaya afirmación!
Los obispos de éste y de los siglos anteriores (XIX y XX) asumirían como propio lo dicho por Catón. E incluso harían una fiesta como la del Bicentenario para, precisamente, divertirse como lo hacían aquellas señoras de sociedad cuando iban a hacer pipí; soltaban sonrientes y burlonas: “Ahorita vengo, voy a ver a Juárez” 
Contra esas actitudes muy propias de la gente bonita educada bajo la norma religiosa y, por ende, anti juarista, si es que no asistieron a cualesquiera de las versiones de la escuela pública, hay una frase espléndida para el recuerdo digamos que liberal y brutal para los conservadores. La escribió Víctor Hugo cuando Juárez rechazó su petición sobre el perdón de la vida a Maximiliano: “México se ha salvado por un principio y un hombre. El principio es la República, el hombre sois vosotros”. Agrego otra digamos que anécdota, a este breve recuento, ajeno por cierto a cualquier mascarada:
Ignacio Zaragoza le escribió un telegrama a Benito Juárez informándole: "Las armas nacionales se han cubierto de gloria”. Pero también le dijo que le daban ganas de quemar Puebla porque los conservadores apoyaban al invasor extranjero.
Parto, pues, de estos sucesos y recuerdos de mi memoria escritos a vuela pluma (excepto el de Catón), para decir que Manuel Bartlett Díaz tuvo razón al espetar la palabra mojiganga. Así que pensemos bien de su intención y de sus referencias discursivas: quizás llevan la carga histórica de un político que desea alertar al gobierno de Puebla, sobre el peligro que se corre si la conmemoración de los 150 años del 5 de Mayo, se convierte en un carnaval o peor, en una mojiganga.
¡Vaya tarea y responsabilidad!
Twitter: @replicaalex