lunes, 31 de octubre de 2011

Secretos de Manuel Bartlett

Por Alejandro C. Manjarrez
Ahora que volvió a la palestra, les adelanto una de las historias de Manuel Bartlett, controvertido político mexicano. Este pasaje forma parte del contenido del libro Confidencias del poder próximo a publicarse, textos enriquecidos con el prólogo de René Avilés Fabila:
 “Bartlett necesita aclarar a los poblanos el porqué la DEA lo involucra con el narcotráfico y con el asesinato de Quique Camarena”, escribí el 8 de diciembre de 1992. A la mañana siguiente se llevó a cabo la rueda de prensa en la cual el entonces gobernador electo rompió el silencio que él mismo se había impuesto para no meter ruido al gobierno que vivía su último suspiro; el de Mariano Piña Olaya.
Ese día Bartlett habló fuerte, seguro y enérgico. Se le notaba convencido de lo que decía. Fue cuando puso de moda el dicho “al que no le guste el calor que no se meta a la cocina”. Su rostro tranquilo, seguro y sonriente enmarcó cada una de las respuestas que articuló. Sólo una pregunta, la del reportero de Proceso, le obligó a usar el gesto duro que tenía preparado para responderla:
“¡Claro que tengo la calidad moral para gobernar a los poblanos!”, dijo enfático.
El hecho ocurrió días antes de que tomara posesión del cargo que Carlos y Raúl Salinas le concesionaron para alejarlo del centro neurálgico del poder político nacional. Su presencia parecía provocarles prurito, desazón, inseguridad e inquietudes de carácter personal. Los hermanos Salinas estaban ciertos de que el ex secretario de Gobernación conocía las entrañas del Estado, que su información confidencial era abundante y que había recopilado cientos de fichas sobre la vida secreta de los miembros del gabinete, incluidos ellos. “Si Manuel sigue cerca de nosotros —deben haberse dicho—, nos causará graves problemas; quiere ser presidente.”
off the record
Cuando concluyó la rueda de prensa fui tras la entrevista exclusiva puyado por lo que me había dicho casi en secreto mirándome a los ojos y blandiendo su dedo flamígero: “Afile la pluma para que escriba bien lo que voy a declarar”. “Ya está afilada, licenciado”, le respondí en el mismo tono pero sin el movimiento del índice. Entré a su oficina después de media hora de antesala. Lo flanqueaban Jaime Aguilar Álvarez y Jesús Hernández Torres, sus dos colaboradores de absoluta confianza. Tres bromas y otro tanto de preguntas me abrieron el camino para cuestionarlo:
—¿Por qué lo involucraron con el crimen de Camarena?
Otra vez su mirada penetrante y de nuevo su dedo flamígero.
—Mire usted. Lo que le voy a decir es off the record. Pero tome nota para que sepa las cuatrocientas razones de esa patraña…
Y empezó su relato:
El calor de la cocina
“Cuando llegué a la Secretaría de Gobernación, encontré que en la Dirección Federal de Seguridad habían cuatrocientos agentes inmersos en la corrupción. Nombré como jefe a un general, y éste también fue corrompido. Analicé el problema y la única solución que encontré fue desaparecerla. Pero para poder hacerlo sin sospechas ni protestas tuve que echar mano del jefe del archivo. ‘Hágase cargo de la liquidación de aquella oficina brutalmente corrompida’, le dije. Y lo instruí para que cesara a los agentes invitándolos a reingresar a la Secretaría mediando la solicitud que llenarían las secretarias. La única condición para su reingreso fue que aceptaran ser investigados y sometidos a exámenes psicológicos y médicos. Nadie, ninguno de ellos hizo la solicitud. Y así se acabó la Dirección Federal de Seguridad.”
Las caras de Jaime y Jesús mostraban la sorpresa que les provocó la confidencia de su jefe y paradigma. Puede ser que lo supieran, sí, pero como confidencia de un amigo e influyente secretario de Estado.
Bartlett, que parecía disfrutar con el asombro de sus dos alfiles, decidió rematar su revelación y dijo:
“A esos agentes corruptos, muchos de ellos socios de los narcos, debo la calumnia que se ha venido manejando desde hace varios años. Quisieron desprestigiarme, les pagaron para que lo hicieran. O les prometieron impunidad.”
Cuatro años después de aquellas revelaciones, Raúl Salinas de Gortari cayó en la cárcel. Su hermano, ya ex presidente, no pudo evitarlo. El prestigio de la otrora poderosa familia había caído al sótano de la política nacional: Carlos y Raúl eran sospechosos en una o varias de las líneas de investigación sobre los crímenes del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Francisco Ruiz Massieu y Luis Donaldo Colosio Murrieta. La sociedad civil así lo supuso.
De haber querido, Bartlett habría revelado algunos de los secretos que guarda en su archivo personal. Sin embargo, prefirió callar porque ése no era el momento para desnudar al sistema político mexicano. Además deseaba ser candidato del PRI a la presidencia de la República, intención que le impidió sacar a la luz las historias de aquellos “muertos”, antecedentes que pudieron haber “matado” a los vivos; es decir, a quienes se habían pasado de listos.
Como dijo Bartlett en aquella entrevista off the record sólo durante su mandato: decidió aguantar, sin protestas, los calores de la cocina de la República hasta que ingresó al Senado. Ahí se mutó para, al fin inteligente y hábil, mostrarse como el más cáustico crítico del sistema político mexicano valiéndose, obvio, de su información privilegiada y de lo que aprendió en el útero gubernamental, espacio donde se formaron hombres como él y los hermanos Salinas de Gortari.
A su bagaje de información clasificada agregó otras historias y datos. Mario Marín Torres, por ejemplo, el poblano que durante seis años fungió como su eficaz operador político. Quizá por ello dijo antes de entregar el cargo de gobernador: “Voy a dejarles como presidente municipal a Mario Marín: los pirruris poblanos sabrán lo que es amar a Dios en tierra de indios”.
Y así ocurrió, en los dos sentidos.
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jueves, 27 de octubre de 2011

De guapos, mamilas y políticos

Por Alejandro C. Manjarrez
Buscándole cómo musicalizar el ejercicio público poblano, encontré la creatividad popular del paisano Alex Lora. Éste es, me dije, el músico que enriquecería la praxis política de la Puebla actual. El problema se presentó cuando me topé con la variedad y abundancia de temas que ofrece el rock de Lora. Así que escogí al azar y vea usted lo que encontré:
Nadie sabe para quién trabaja: el título no así la letra de la canción (que habla de la profesión más antigua del mundo), se puede aplicar al efecto que produce la relación entre Eduardo Rivera Pérez y Rafael Moreno Valle Rosas. Esto porque mientras que el gobernador trata de imponer a los ciudadanos su estilo duro y ríspido, Eduardo nada de muertito para, sin hacer olas ni ruido, llevar agua a su molino aprovechándose de los agravios que provoca el poder, no el suyo, obvio, que por cierto está acotado, sino el de su otrora líder y puede ser que hasta actual paradigma.
Así se hacen los chismes: la frase retrata lo que se convirtió en una subcultura en Puebla después de que Maximino Ávila Camacho leyó la cartilla a los alborotadores que se oponían a cualquier cosa que hiciera el gobierno. Aquel que me critique –amenazó el general– haga su testamento porque se lo va a llevar la fregada. Hoy parece haber revivido el talante de triste memoria. Lo curioso de la rola en cuestión, es que habla del aniversario de un periódico y de una señora ofendida que apagó el sonido o bajo el swich. Nada que ver la letra con nuestra realidad, que conste. Sin embargo, cabe destacar el efecto industrioso del chisme. Aún no encuentro, lo confieso sin rubor, cuál o cuántos chismes le contaron al gobernador.
Mujer diabólica: insisto, la letra nada tiene que ver con el título que en este caso incide en la actitud del mandatario contra Ana Teresa Aranda Osorio. Empero, puede ser que Rafael vea a la doña como una mujer diabólica porque “una vez y otra más” le ha puesto (o revirado) la piedra en el zapato. La canción tiene una frase que bien puede aplicársele a estos dos personajes de la política nacional, por el momento concentrada en la ciudad donde las víboras cambian de piel (Cuetlaxcoapan); a saber: ambos tienen un extraño encanto.
Valle de lágrimas: ya que hablo de Puebla, el espacio geográfico que, como ya lo dije, antes de ser ciudad era un valle donde las víboras cambiaban su cuero, el nombre de la rola podría definir el sufrir del noventa y nueve por ciento de los habitantes de Cuetlaxcoapan. La razón: las puertas del cielo se encuentran cerradas para quienes no tienen el charm que adorna a la mayor parte de los servidores los públicos contratados por el gobierno morenovallista. De ahí que si alguien quiere ponerse a llorar, hágalo a sabiendas de que “las cosas pasan porque tienen que pasar… Todos tenemos nuestras malas rachas”.
Nada que perder: reveladora la letra pero, créame, no les afectaría si se atreviesen a cantarla. Sólo perturba a quienes desean volar aunque no tengan alas. O a los bonitos que cuando párvulos los rentaban para servir como niño dios. Imagíneselos ahora, ya de adultos, tratando de convivir con los feos… ¡Vaya problema para ellos! Me refiero, claro, a los tipos que a pesar de su facha de stripers tienen la obligación de sonreír y saludar a la bola de nacos que los miran como seres bajados del cielo azul para resolver sus problemas ancestrales. “¡Qué bueno que no fui más guapo porque sería más mamila!”, dice Lora.
No hay pedo: este título podría servir para un nuevo canto político, digamos que costumbrista y altisonante, porqué no. Sería coreado en cada evento a donde se filtrasen los ecos de críticas como, por ejemplo, la lanzada este jueves por el ex gobernador Manuel Bartlett: el no hay pedo respondería a frases como las siguientes:
“El mandatario (poblano) busca ser el Peña Nieto dentro de seis años y para ello paga miles de millones de pesos a las televisoras como Televisa y TV Azteca, y a los medios nacionales para lograr una imagen”.
O esta otra:
Lo lamentable es que ante este escenario, el Partido Revolucionario Institucional en el estado no sea una oposición real porque en Puebla el PRI no existe, ya que el actual gobernador está empanizado y está tratando de empanizar a los priistas”.
No hay pedo señor –le estarán diciendo al gran jefe del estado–, son los últimos coletazos del dinosaurio”.
Todo me sale mal: en efecto, igual que en la canción de Lora, nada le resulta bien al PRI. Ni siquiera las peticiones de piedad coreadas por sus candidatos perdedores. Menos aún los “soplados que casi siempre salen con premio”.
Que la información de este fin de semana nutra su optimismo.
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martes, 25 de octubre de 2011

La faceta humanista del gobernador

Por Alejandro C. Manjarrez
Rafael Moreno Valle prepara un acto de reconocimiento a un poblano ilustre, evento que podría reconciliarlo con la historia poblana que, según hemos corroborado, varios de sus colaboradores ignoran, y no por supinos que conste, sino porque nunca habían vivido en Puebla.
Lo curioso es que el homenaje que habrá de concitar a personajes de México y del mundo, se le brindará a quien fungió como periodista antes de brillar en el escenario internacional como lo que fue: un ser de excepción por su labor humanitaria en beneficio de los perseguidos de Hitler, Mussolini y Francisco Franco. No se trata de un periodista común y corriente. No. Gilberto Bosques Saldivar dirigió el periódico El Nacional cuando éste era el medio oficial del PNR y, aunque resulte difícil de creer, el único diario que señalaba los errores del gobierno de Lázaro Cárdenas, amigo por cierto de Gilberto y después beneficiario de la obra humanitaria de este poblano chiauteco.
¿Cuál fue la formación de don Gilberto, la que lo llevó por distintos caminos hasta encontrarse ubicado en la historia y en los corazones y las mentes de los descendientes de los más de cuarenta mil hombres, mujeres y niños salvados de la muerte por él?
Era maestro normalista. Participó en el movimiento que encabezó Aquiles Serdán. Ingresó a la Revolución Mexicana. En la última etapa de este movimiento, Álvaro Obregón lo persiguió porque formaba parte del levantamiento que encabezó Adolfo de la Huerta. Antes, en 1917, había resultado electo diputado local para legislar la Constitución de Puebla. Más tarde contendió por la candidatura al gobierno estatal, posición que al final quedó en manos de Maximino Ávila Camacho, debido a lo que resultó la primera concertación política, digamos que moderna: Lázaro Cárdenas pidió a Bosques declinar la candidatura que había ganado con el voto de los grupos políticos de aquellos entonces: “Tengo un fuerte compromiso con Maximino —le reveló el presidente—. Ayúdame a cumplirlo”.
La confesión amistosa de Cárdenas orilló a don Gilberto a abstenerse de protestar contra lo que a todas luces era una imposición presidencial. Así que decidió alejarse de Puebla para evitar que Maximino tomara represalias contra él y su familia. “Me la tenía sentenciada”, dijo Bosques al que esto escribe.
Don Gilberto tuvo una intensa vida diplomática y cultural que hasta la fecha sigue presente en la memoria de la humanidad. El Museo del Holocausto, por ejemplo, muestra y promueve su obra. Varios países han reconocido su labor humanitaria. En Austria hay una plaza con su nombre. En cuba se le recuerda con afecto y respeto porque intervino ante las dos fuerzas en controversia revolucionaria; lo hizo para salvar vidas, que era su objetivo. ¿Y en Puebla?
Por órdenes del atrabiliario y rencoroso Maximino, se quiso borrar todo vestigio de la presencia de Bosques. Inclusive, el terrible militar se comprometió a matarlo (y lo hizo por escrito) porque seguramente le estorbaba e inquietaba la inteligencia, prestigio y libertad de pensamiento que distinguió a don Gilberto.
Fue hasta los días de Guillermo Jiménez Morales, cuando alguien le recordó a Bosques y ponderó su obra para, de acuerdo con la tradición, el a la sazón candidato emitiera su voto por este personaje. Ya como gobernador, Jiménez Morales solicitó al Congreso local se le entregara un reconocimiento y una medalla. Así se hizo pero Bosques se negó a recibirla debido a que su ideología y criterio político no compaginaba con el estilo del gobierno.
Años más tarde, la L Legislatura local inscribió su nombre en los muros del Congreso. Y con sus cien años a cuestas Bosques Saldivar estuvo presente: en esa Sesión Solemne el constituyente habló ante los diputados recordándoles la importancia de ser congruentes con el legado de nuestra historia.
La vida ejemplar de Bosques nos impele a recordarlo como uno de los ejemplos de la dignidad y verticalidad que forma parte del legado de México. E inspirados en esa su extraordinaria labor que incluye el periodismo, confiar en que el tiempo que falta para el homenaje planeado por la administración de Moreno Valle (mediados de noviembre próximo), sirva para dignificar su memoria dándole al gobierno poblano que reconocerá su obra humanista, cultural y política, el soporte que se forma con el respeto a las ideas y a las libertades (incluida la de expresión), patrimonio de la sociedad plural. De lo contrario el acto será un show en el cual estará ausente la herencia de Gilberto Bosques Saldivar, y todo lo que ello significa.
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domingo, 23 de octubre de 2011

Las fobias de Ana Tere y de Rafa

Por Alejandro C. Manjarrez
Ana Teresa Aranda Orozco y Rafael Moreno Valle Rosas, se traen ojeriza desde que se conocieron. Una no soporta al otro y éste rechaza cualquier acuerdo con la señora. Se trata de un problema de química, igual al que enfrentó al hoy senador Humberto Aguilar Coronado con Gabriel Hinojosa Rivero, éste el primer alcalde panista en Puebla capital, y aquel como director general de Gobernación en el Ayuntamiento poblano.
Hay muchas razones para definir esa tirria, empero, para esta entrega sólo destacaré dos, las sustentadas en los dichos, digamos que históricos, de Ana Teresa y Rafael, palabras que quedaron registradas en los archivos de la revista Réplica (No. 9, segunda etapa).
La dama arguye que nunca apoyará a ningún priista. Y según parece para ella Moreno Valle seguirá siéndolo a pesar de que hoy porte la camiseta del PAN y ostente el cargo de gobernador de Puebla. Lo dijo durante la entrevista que le hice cuando buscaba la candidatura que al final ganó Antonio Sánchez Díaz de Rivera. Como siempre lo ha hecho, en sus palabras Aranda puso el énfasis de la convicción que la ha distinguido en las buenas y en las malas para contender con quien sea y defender sus principios morales y partidistas.
Por su parte, el gobernador Moreno Valle respondió a mi pregunta sobre sus fobias (“¿Alguna fobia política”?). Dijo que le molestan la traición, el juego sucio y el incumplimiento de acuerdos, mismos que para él valen todo. “Cuando he dado mi palabra –agregó sin vacilaciones–, la he cumplido. Y cuando se me ha dado no ha sido cumplida. Esa es la causa de muchas acciones que he emprendido. Esa es mi fobia…”
Lo curioso es que una y el otro leen con fruición El arte de la guerra, de Tzun-tsu, circunstancia que me lleva a pensar que esta lucha, la que actualmente presenciamos, es a “muerte civil”. O sea que Ana Tere peleará con la enjundia que le ha ganado los espacios mediáticos más importantes, actitud que, curiosamente, le aprendió a María Luisa Calderón Hinojosa, su paradigma y maestra en resistencia civil. Y Rafael seguirá montado en su macho amparándose en el postulado que adoptó su gobierno como línea de acción, mandato que hasta ayer parecía sustentado en las fobias: “Nadie por encima de la ley”.
En aquella entrevista (2007) y ya sin la grabadora, le pregunté al hoy gobernador, si habría alguna posibilidad de atemperar su ríspida relación con la señora Aranda. Me respondió seco, tajante: Ninguna. No hay forma de conciliación. Y en efecto, por lo que sucedió el día de ayer domingo, cuando los agentes ministeriales de Puebla detuvieron al ex alcalde Pedro Barojas, aliado político de Ana Tere y consejero del PAN, no sólo se alejó la posibilidad del acuerdo sino que hasta se tornó imposible.
Se trata pues de una bronca entre neo panistas y panistas de viejo cuño, pelea que nos muestra el escenario tal cual: el gobierno morenovallista seguirá en las mismas, actitud que se ha manifestado en distintos ámbitos, entre ellos el periodístico, sector que también nutre las fobias públicas del mandatario. Malo para quienes tienen cola que les pisen. Y peor para el futuro de quien pretende ocupar la silla presidencial.
Alguna vez escuché decir a un personaje del pueblo refiriéndose a sus deudas, que él tenía más picos que la chirimoya. Y a eso, a la anonácea, se parece este inicio del gobierno que ya tiene muchas aristas; por ejemplo: la de Aranda que representa a un importante sector del PAN; la de e-consulta que nos muestra cómo puede desvirtuarse y manipularse la verdad; la de las omisiones sobre el enriquecimiento inexplicable de varios personajes que ordeñaron a las vacas gordas del marinismo; la de los privilegios a dos que tres medios de comunicación masiva; la de los fuereños que, no obstante la argumentación tecnocrática manifestada por los corifeos o defensores de la cachetada burocrática, trastocó la promesa electoral de gobernar con poblanos…
Contra eso y algunos otros temas políticos se enfrenta el gobierno en funciones. Claro que también tiene los pluses que surgen de la necesidad de hacer de Puebla una entidad en pleno desarrollo económico y social. Su problema es que en la balanza de la sociedad pesa más la fobia que los ofrecimientos del gobierno. La razón: la mula no era arisca.
Y ya que refiero al híbrido permítame el lector concluir con una expresión que podría reflejar lo que parece una fobia contra la edad:
Cuando le pregunté sobre la posibilidad de que Ana Teresa Aranda fuera uno de los aliados políticos del gobierno, Marcelo García Almaguer, el más cercano de los cinco mejores amigos del gobernador Rafael Moreno Valle (también lo dijo en la entrevista de marras), respondió orondo: la señora debe irse a cuidar a sus nietos.
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jueves, 20 de octubre de 2011

Con dinero baila el perro

Por Alejandro C. Manjarrez
Los conocí cuando pobres. Eran tipos amables, sencillos e incluso hasta modestos. Los vi crecer en la política y en la administración pública. Gracias a la humildad que los distinguía sus jefes se fijaron en ellos dándoles el empujón para que ascendieran.
Ya cerca del poder modificaron su vida. A su amabilidad, sencillez y modestia le agregaron otra digamos que cualidad: la discreción. Se acostumbraron a ver, a escuchar y a olvidar. Incluso aprendieron a departir en la intimidad con quien gobernaba su proceder laboral, “sacrificio” que les permitió conocer la biografía secreta de los políticos encumbrados, unos borrachos, la mayoría corruptos, otros bisexuales y muchos mujeriegos.
Poco a poco se construyeron su imagen burocrática, la que con el tiempo les hizo confiables e incluso indispensables para la jerarquía de su ámbito. Dieron el estirón. Transformaron su estatus y ya son millonarios.
Los nuevos ricos
Ahora los conozco y los desconozco. Son los mismos pero se volvieron petulantes, presumidos. Mamones con corbatas Hermès. Parecen los dueños de la administración pública. Olvidaron que la sociedad les paga y que además los vigila. De empleados huele pedos pasaron a ser jefes forrados de soberbia y dinero. Si alguno es prudente y no presume el capital que ha obtenido de manera ilícita, sus mujeres e hijos se encargan de hacerlo con eficacia insultante. La ropa de marca es la única que entra en su closet. Los autos de lujo suplieron al vochito y a la combi. Las prostitutas argentinas, brasileñas y peruanas desplazaron a las obsequiosas secretarias trepadoras, a las cuales, hay que decirlo, preñaron con su descendencia o con sus malos recuerdos. El modesto departamento fue suplido por la elegante residencia. Cambiaron los hoteles de oferta vacacional por las casas de verano (o de invierno) en la Riviera Maya, Pichilingue Diamante, Las Brisas, España y Miami. La primera clase aérea los recibe bien porque pagan bien. Los hijos abandonaron la escuela pública para estudiar en las de paga.
Las familias de estos “ilustres” dejaron Suburbia cautivados por el estilo del Palacio de Hierro. En fin, les vale madre que haya baratas nocturnas porque saben que para gastar “su” dinero, es mejor hacerlo en Nueva York, o de perdis en El Corte Inglés madrileño.
Futuro incierto
Esos políticos ricos gracias a su visión corruptora, ven a los clasemedieros como tontos simplemente porque no son millonarios como ellos. Y a los millonarios que llegaron a serlo por trabajo o por herencia, los miran con recelo y envidia porque estos sí pueden mostrar sin temor a la ley lo que los otros no: su riqueza.
Aquellos que antaño conocí bien pero que hoy desconozco por su violento e inesperado cambio, perciben a los pobres como seres indefensos a los que hay que animar recetándoles mensajes diseñados para mantener viva su esperanza.
La crisis, ¡ah las benditas crisis...! Claro que no les afectan. Por el contrario, les han resultado una excelente cortina de humo para ocultar su falta de previsión o su ineficacia en la administración de la cosa pública o incluso sus corruptelas.
En fin, esos que, insisto, bien conozco, suponen que los pobres nunca dejarán de serlo porque carecen de inteligencia. ¿De dónde su temeraria conjetura? Pues del olor del dinero que atrofió su olfato político y sensibilidad social.
Lo peor es que muchos de ellos se sienten invulnerables a la crítica pública, al escrutinio del pueblo. Se creen blindados contra el repudio que la sociedad manifiesta a los políticos, actitud ésta cada día mayor entre los ciudadanos que acuden a las urnas a votar o que se abstienen, según su ánimo vengador.
Pronto, cuando menos lo esperen, la protesta y la denuncia populares caerán sobre ellos porque, como lo dicta la sabiduría del pueblo, el amor y el dinero se notan. Más ahora que la sociedad está dispuesta a reclamar a quienes menosprecian al pueblo. Primero en las elecciones y después a través de la protesta de los ciudadanos que también los vieron cuando pobres y que igual apreciaron su amabilidad, valoraron su modestia y fueron testigos de que ésos ahora ricos empezaron desde abajo.
Cada voto que pierda su partido, será un voto de castigo a la corrupción que representan los eufemísticamente llamados servidores públicos, los mismos que, insisto, otrora fueron pobres y hoy son millonarios, no importa que sean azules, verdes, tricolores o amarillos.
¡Claro que hubo donde los pusieron! Y que ellos se encargaron del resto hasta que –agrego y actualizo esta columna escrita en el 2008– el pueblo despertó.
Han pasado tres años y hoy los nuevos burócratas decidieron meterse en las aguas broncas de la soberbia, algunos acompañados de su perro bailarín, mismo que cual rito cuidarán en su viaje al inframundo del desprestigio. Al tiempo.
Buen fin de semana y perdón por el refrito.

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martes, 18 de octubre de 2011

Los resabios del poder

Por Alejandro C. Manjarrez
Lydia Cacho fue sin duda ni exageración algo parecido a una heroína dado que logró que Puebla ingresara a la nueva etapa de la información periodística. A partir de aquel evento legaloide y desafortunado para la escritora, mismo que todos conocemos, el periodismo local se fortaleció a pesar de haberse dividido en dos vertientes; a saber:
a). La tradicional o inamovible, cuyo oficialismo no sólo prevaleció tal cual sino que hasta se hizo más notorio debido a la absurda tendencia pro marinista en exceso. Hubo directores de medios de comunicación que se convirtieron en constructores y proveedores del gobierno marinista. Lo extraño es que a la par de este impulso financiero, crecieron sus medios informativos para crear una interesante paradoja producto del fortalecimiento de periódicos, revistas y programas de radio y televisión. Y
b). No obstante los riesgos naturales surgidos de un gobierno burocráticamente vengativo y políticamente mañoso, la ética se manifestó en algunos periodistas decididos a cumplir con la obligación de informar. Y además hacerlo sin líneas dictadas desde el poder, ni lastres oficialistas negociados.
De ahí que, insisto, agredida por los resabios y el menosprecio oficial se fortaleciera la libertad de prensa, en muchos casos avalada con la directriz académica de las universidades en cuyos planes de estudio se incluye la carrera de Comunicación.
Esta libertad resultó sacudida por el menosprecio o la fobia hacia los periodistas, actitud manifestaba por el entonces gobernador Mario Marín Torres. Dicho estilo se hizo patente en la reconocida e incontrovertible cerrazón para conceder entrevistas y/o participar en ruedas de prensa, así como en la laxitud o valemadrismo que indujo al ex mandatario a poner en práctica un estilo corruptor, digamos que exitoso porque succionó a una buena parte de la clase política, a otra de la empresarial, y a un tercio de los medios de información.
Fue, pues, un sexenio ilustrativo para los políticos profesionales. Y un mandato de grandes lecciones para la sociedad. Se manifestó así lo que no debe hacer un servidor público que se precie de inteligente. De igual manera y sin habérselo propuesto, Marín también impulsó a la libertad de expresión.
Para Ripley
Bueno, pues a pesar de aquellas lecciones nada despreciables para quienes tienen un adarme de inteligencia o la oportunidad de servir al pueblo, el gobierno actual parece empeñado en convertirse en una réplica del marinismo en lo que se refiere a su relación con la prensa dado que hay medios satanizados, la mayoría, y desde luego también privilegiados, los menos. En este último hecho podrían estar Síntesis, Televisa y TV Azteca, no tanto por su libertad o estilo de informar, sino por los beneficios que producen las relaciones personales entre el poder y la prensa, y desde luego los intereses mutuos. Hablamos de un empalme que en nada o poco favorece a la sociedad que espera que lo que se publique y lo que haga el gobierno esté sustentado en la verdad. En el primer caso, que cada una de sus notas y reportajes sobre lo que acontece en Puebla, responda a ese postulado. Y respecto al gobierno, que sus acciones sean en beneficio de los poblanos y repercutan en la economía local, sin manipular la verdad, precisamente.
Lo peor de la molesta o si usted quiere odiosa comparación entre el pasado marinista y el presente morenovallista, lo encontramos en que otra vez (con distintas características, claro) se repite aquel menosprecio a la prensa. Pero ahora ya no es una mujer ajena a Puebla, como la referida al inicio, quien por cierto y gracias a Mario Marín, adquirió fama y proyección nacional e internacional. No. Se trata de un periodista local (Rodolfo Ruiz) el que se enfrenta a reacciones por demás extrañas, entre ellas una que otra mención en su contra, misma que parece responder a directrices oficiales y por ende ajenas al periodismo ético.
Como lo dije en la pasada entrega, es probable que el gobernador poblano haya sido mal informado sobre los asuntos que competen a la relación prensa-gobierno. Puede ser. Si esto no tuviera esa razón, estaríamos de nuevo ante un fenómeno formado de resabios personales aderezados con el menosprecio oficial repercutido por los corifeos del Ejecutivo. Sin embargo, como suele ocurrir, lo curioso, paradójico, extraño y benéfico, es que todo ello abona la causa popular en que se ha convertido la defensa a la libertad de expresión, o el apoyo a los medios de comunicación que son los únicos aliados confiables del ciudadano que busca justicia y respeto. Despreciar la labor de la prensa equivale a desdeñar las causas del pueblo. Digo…
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domingo, 16 de octubre de 2011

Los desencuentros prensa-RMV

Por Alejandro C. Manjarrez
En Puebla han ocurrido hechos que obligan a la reflexión compartida; es decir, a tratar de pensar poniéndose en los zapatos de Rafael Moreno Valle Rosas, para después ubicarse en su pequeño o gran universo. Esto con la intención de establecer una llamémosle sinergia donde se maneje la obligación del gobernante y el compromiso de los periodistas.
Es un ejercicio harto complicado en razón de que unos y el otro podríamos estar en las antípodas. No obstante tratemos de entender los nuevos tiempos y partir de ello adivinar o interpretar el complejo o abierto cerebro del mandatario. Pero antes de hacerlo o sugerir alguna fórmula, creo que vale la pena transcribir la definición que sobre la naturaleza del genio hizo Philippe Brenot, psiquiatra, antropólogo y director del Departamento Internacional de Ecología Humana de la Universidad de Burdeos. (El genio y la locura, Ed. B, S.A. 1998). 
“Desde la perspectiva del sentido común, el genio tiene unas características propias: es fulgurante, intuitivo y espontáneo –‘el genio en estado salvaje’–, es tranquilo, sereno y perseverante –el genio laborioso–, es, por último, profundamente asocial en el marco de un modo de vida que a menudo confina al aislamiento, a la ascesis, a la marginalidad. Porque, para todos, el genio es un ser curioso, un excéntrico, ¡un loco!”
¿Es o no un genio Rafael Moreno Valle?
Yo creo que sí lo es. Si no lo fuera nunca hubiera llegado a donde está y menos aun se habría convertido en líder de un grupo no exento de genialidades. Lo veo, pues, como una combinación de los tipos de genio que describe Brenot, si consideramos que se ha aislado de la prensa y que es perseverante, espontáneo, asocial, fulgurante y por ello distinto a la generalidad de los políticos.
Es obvio el liderazgo que Moreno Valle ejerce, como también salta a la vista su preponderancia sobre el equipo que le sirve. Y aquí, creo, está el quid del tema que he denominado los desencuentros entre la prensa y el gobierno morenovallista. Ahora trataré de explicarme sin darle vueltas ni usar figuras literarias a pesar del riesgo que significa recibir una ya no tan original carta aclaratoria:
Por lo que ha sucedido en esa relación que apunta a complicarse y ser más que tortuosa, me animo a asegurar que en el entorno del gobernador Moreno Valle, no hay quien se atreva a decirle que la prensa no es tan mala como se la han presentado. O a rebatirle de frente aquello de que si “ganamos la elección con la prensa en contra, ahora menos la necesitamos para gobernar”. O a contradecirlo si acaso usara su dedo cesáreo para sentenciar, a lo que sea, a un medio de comunicación o a un periodista, argumentándole que esa decisión equivale a atentar contra la libertad de expresión. O a hablar bien o ponderar el trabajo y la ética de algún colega que no está en su gracia. O a reconocer la importancia de la memoria que forma la prensa escrita. O a decirle que es necesario considerar a los periodistas como seres inteligentes y preparados, en algunos casos más que los profesionistas egresados de universidades extranjeras (“Lo que natura non da Salamanca non presta”). O a tratar de convencerlo sobre la necesidad de llevar la fiesta en paz con los medios de comunicación escrita. O a explicarle que en la Puebla que gobierna, todos somos iguales y merecemos el mismo respeto que se le prodiga a extranjeros y fuereños. O a mostrarle las críticas contra él y su gobierno publicadas en algunos medios nacionales, como la revista Proceso, por ejemplo (caso e-consulta). O a sugerirle que cambie de política de comunicación dado que ésta ha fallado ostensiblemente. En fin.
Después de ocho meses de tener más escaramuzas que coincidencias, el gobierno poblano tiene que hacer un digamos que examen de conciencia. En el caso del gobernador, usar la figura del esclavo aquel que recitaba al oído del general triunfante montado en su cuadriga para recibir las aclamaciones del pueblo: “¡Oh, César, recuerda que eres mortal!”. Al mismo tiempo habilitar a su “abogado del diablo” y reunir a sus principales colaboradores instruyéndolos para que hablen con la verdad en lo que tendría que ser un ejercicio de autocrítica.
Se me ocurre que esto último –lo de la reunión–, es lo más urgente y que para que tenga éxito tal acción burocrática debería (el gobernador) invitarlos a que durante dos horas digan lo que piensan sin mentiras, sin tapujos y sin miedo. Tendría que hacerlo agregándole la siguiente advertencia-concesión para que se animen y no teman a las represalias: “Nadie perderá el trabajo, ¡eh! Pero cuando terminen de hablar, se echan a correr para que se salven de los celularazos”. Digo…
Twitter: @replicaalex

jueves, 13 de octubre de 2011

La libertad de prensa, de mentiritas

Por Alejandro C. Manjarrez
Lo que enseguida leerá es un pasaje periodístico que me tocó vivir. Forma parte de Confidencias del poder, libro próximo a publicarse. Al final del texto encontrará la razón de compartírselo, no como un avance preventivo editorial sino como una malhadada costumbre del poder hoy reeditado. Va:
El director de la revista Impacto quería relacionarse con los líderes de opinión que entonces trabajaban en Televisa. Mi llegada a la redacción coincidió con su interés en acercarse a ellos para hacer el tipo de alianzas que nacen de las buenas relaciones entre los medios. Sin más preámbulo que unas cuantas palabras de bienvenida, Mario Sojo me dijo seco, directo, franco:
—Ahora vea cómo le hace pero tiene que conseguir las entrevistas de Jacobo Zabludovsky y Raúl Velasco. Es su primera tarea.
Tuve suerte y logré entrevistar al conductor de “Siempre en Domingo”, la estrella que vivía rodeado de la muralla humana que protege a los “ídolos de cristal”. Con esa entrevista y sin habérmelo propuesto, ingresé al ámbito de confianza de Sojo Acosta, el hombre que tenía como rúbrica personal la siguiente frase:
“Aunque la mentira corra mil años, en un segundo la verdad la alcanza.”
Establecimos una buena relación basada en la confianza. Intuyo que lo convenció mi tozudez producto de la pasión que suele atrapar a quienes amamos el oficio periodístico.
Cada jueves le entregaba mi colaboración y platicábamos cinco o diez minutos.
Pasado el tiempo, uno de esos días lo encontré extraño. Su expresión reflejaba los efectos del golpe a su inteligencia propinado por el poder. En su mirada se percibían el coraje y el temor mezclados. Hizo un gesto de desagrado y espetó:
—Estoy muy preocupado. Me dicen que el presidente De la Madrid se molestó con lo que publicamos. Me acaba de llamar Mauro Jiménez Lazcano y en sus palabras iba implícita la amenaza del gobierno, o de Bartlett, o de De la Madrid, da lo mismo.
Mi cara de sorpresa lo animó a ser más explícito.
—Hablé con Jiménez Lazcano y me comprometí a bajar los ataques al presidente. Esto ocurrió el martes pasado. Y hoy explotó la bomba… por la portada.
Por primera vez Impacto había ilustrado su primera de forros con la efigie de Miguel de la Madrid. Las páginas interiores contenían dos o tres artículos que daban cuenta de los errores de su gobierno. Parecía que Sojo se estaba burlando del trato hecho esa semana.
El director mostró otro gesto de molestia antes de agregar:
—Le expliqué a Mauro que no podemos dar un viraje de 180 grados de la noche a la mañana. Nos pasaría lo mismo que a cualquier automóvil que circula a 120 kilómetros por hora y el conductor volantea para cambiar de dirección: habría una colisión terrible y la revista perdería credibilidad. Pero ninguno creyó que ese número ya estaba impreso cuando establecimos el compromiso.
La vida del semanario siguió su curso. Sin embargo, la existencia de Mario Sojo Acosta se complicó debido a las presiones que alteraron su relación con el poder.
En otro de esos jueves me dijo alterado, molesto, preocupado:
—Temo por mi vida. Mi casa está vigilada. Todos los días me siguen dos tipos. Estoy preocupado por mi familia. Es el poder del Estado lo que ahora pesa sobre mí.
Al poco tiempo de esta última confidencia, lo demandó su socia, la viuda de Regino Hernández Llergo. Fue notorio el apoyo del gobierno que la señora recibió en los tribunales. Don Mario ya no pudo hacer nada para conservar el control del hebdomadario que con el tiempo pasó a ser propiedad de Juan Bustillos, el colaborador de Impacto a quien Sojo le había asignado el manejo de la sección política, así como las relaciones institucionales con el sector público.
Antes de que él llamara la “consumación del atraco legal”, a la revista se le quitó la publicidad oficial. Fue sacada de la lista de medios elaborada por el gobierno (quizás por la Secretaría de Gobernación), directorio que consideró que sólo diez de los periódicos nacionales “reunían los requisitos para promocionar la propaganda oficial”. El borrón se hizo a pesar de que en esa época Impacto era la revista política que más circulaba en México.
La instrucción del presidente Miguel de la Madrid (operada por Manuel Bartlett) llegó hasta los gobiernos de los estados. Y, obvio, varios se homologaron con la Federación. En este caso Impacto no sólo desapareció de la lista sino que encabezó otra, la negra.
La represión “institucional” tuvo éxito. Tanto la Presidencia como la Secretaría de Gobernación consumaron lo que fue un acto de poder, el ejercicio de autoridad basado en el añejo criterio sobre la relación prensa-gobierno: si no estás conmigo, estás contra mí.
Lo curioso de la historia surge del hecho de que, con algunos cambios, aún sigue vigente la frase de Mario Sojo Acosta:
Aunque la mentira se disfrace, la verdad siempre saldrá a flote.
Se trata, pues, de una especie de “virus” que sólo afecta a los gobernantes; de una “enfermedad” que tiene sus ciclos; de una mentira disfrazada de política de comunicación social.
Twitter: @replicaalex

martes, 11 de octubre de 2011

Acoso al periodismo

Por Alejandro C. Manjarrez
 “¡Hermano, qué bueno que viniste! ¿Cómo está la familia? Bien ¿verdad? Me da gusto saludarte. Siéntete como en tu casa… Que de hecho lo es porque el pueblo paga el alquiler sexenal.”
Con esta descarga verbal casi sin resuello, Francisco Galindo Ochoa recibió a uno de los periodistas que entonces criticaban a Gustavo Díaz Ordaz, presidente de México. Escuchó paciente las palabras de su invitado hasta que lo interrumpió con una benevolente sonrisa dibujada en el rostro:
—Estoy muy preocupado. Te quiero ayudar pero tengo algunas dificultades. Por eso te pedí que vinieras…
Al periodista aquel le extrañó el recibimiento y la advertencia. En su mente anidaron todo tipo de malos pensamientos, desde el “¿qué habré hecho?” hasta “qué chisme le contarían a Galindo”. Por fin se atrevió a preguntar:
—¿Me dirás cuál es el problema?
Te denunció una de tus novias; dice que la violaste... Bueno, pero no te preocupes porque puedo desaparecer la denuncia y convencer a la muchacha. Pero es algo que tiene que autorizarme el Presidente…
La sorpresa dejó mudo al periodista. No supo qué preguntar. Ante el descontón semántico lo único que se le ocurrió decir fue:
—Está enojado tu jefe por lo que he escrito de él… ¿Ésa es la razón de la denuncia?
—No, hombre. Gustavo no se mete en esos problemas. ¡Claro que se ha molestado con tus escritos!; sin embargo, creo que todavía puedo convencerlo de que tú eres un hombre de buena fe y que escribes pensando en ayudarlo u orientar sus acciones para favorecer a la patria…
—Eres benévolo Paco. Y también exagerado. Pero dime, ¿y qué debo de hacer para se acaben mis penas? —preguntó el periodista simulando congoja.
Ayúdame a ayudarte. Escribe algo que ponga contento al presidente. Lo que tú quieras. Le mostraré lo que escribas y le pediré su autorización para que el MP desaparezca la denuncia en tu contra…
¿Y si no lo hago? —retó el reportero.
Seguramente irás a la cárcel. Seis años o los que sean en el bote son muchos, hermano. Ojalá recapacites y me des la oportunidad de hablar a tu favor.
Que escriba yo una nota encomiástica a favor de Díaz Ordaz… ¿A eso te refieres cuando esperas que recapacite?
—Sí señor, a eso me referí. ¿Lo harás?
El periodista levantó la vista para encontrarse con la foto oficial del presidente. Lo miró varios segundos como si esperara un guiño de ojo. “Dicen que el mundo es de los hocicones”, pensó. Después se dirigió a Galindo Ochoa y le mintió para ganar un poco de tiempo:
—Mañana mismo hago una columna laudatoria. Nadie me lo va a creer. Pero eso es tu problema, mi querido Paco. Como también lo es el desaparecer la denuncia que hizo alguna de las mujeres que tanto arrobo te causan. Espero que no sea tu hermana, cabrón.
Francisco soltó la carcajada al tiempo que daba un manotazo en la espalda del reportero. —No cabe duda que eres muy valiente, un hombrecito para aceptar que el destino te jugó una mala tarde.
—No sólo a mí. También al pueblo de México, a la mayoría social que no ha encontrado la fórmula para ser invulnerable a las pendejadas del presidente.
Haré como que no escuché lo que dijiste
Los dos nos volvimos sordos, mi Paco.
Mi fuente me aseguró que el periodista calumniado se fue a vivir a España donde, becado o no, vaya usted a saber, se puso a estudiar algo. Es obvio que se negó a ponderar la figura del presidente. “Desde allá responderé a cualquier infundio —dicen que dijo a sus íntimos—. Prefiero estar lejos de la familia que en la cárcel o en el panteón. Quizá regrese a México cuando cambie el gobierno o la mujer que no conozco aclare su falsa acusación en mi contra.”
Los problemas del 68 borraron las sonrisas de Galindo Ochoa y su entonces jefe, el presidente. Supongo que también desaparecieron algunas de las denuncias inventadas para atemorizar a los periodistas. Fue un estilo pedestre contra los “enemigos del régimen”, actitud que pasó a ser una simple referencia anecdótica.
Lo que ocurrió después produjo el desprestigio de la figura presidencial, desdoro que hasta la fecha perdura. Y todo por el fantasma del comunismo que una noche negra se apareció en Los Pinos (creo que entró ocultándose entre las piernas de La Tigresa).
Lo curioso del comunicador de marras es que regresó al cargo con José López Portillo. Ya no hizo ni interpretó lo que quería su nuevo jefe, quien atento escuchaba a sus amigos preocupados por su popularidad que iba a la baja:
“Lo que pasa es que Galindo Ochoa —respondía López Portillo— quiere manejar mi imagen como si el presidente fuera él.”
Ya sabe el lector en que lamentable estado quedó la fama pública del presidente José López Portillo. Y seguramente conoce a muchos de los amigos que hizo Francisco Galindo Ochoa, algunos agradecidos por sus salvadoras intervenciones o, quizá, por su benevolente firma chayotera.
Uno de esos días españoles llenos de sol, el periodista autoexiliado en Madrid se encontró con don Gustavo, a la sazón embajador de México, por cierto también autoexiliado.
“¡Ah caray!”, exclamó el colega pensando en las venganzas que maduran con el paso de tiempo. Pero de ese casual encuentro no pasó porque, aparte de la triste fama, Gustavo Díaz Ordaz había dejado en México los resabios del poder: el único agravio que se llevó al viejo mundo se llamaba Luis Echeverría Álvarez.
Cosas de la vida pública.
*Este relato forma parte del libro (Confidencias del poder) próximo a publicarse. Ya lo he referido en este y otros espacios, sin embargo, debo repetirlo porque, al parecer, han surgido imitadores de Galindo y aspirantes a emular a Díaz Ordaz.
Twitter: @replicaalex


domingo, 9 de octubre de 2011

Equívocos de la burocracia poblana

Por Alejandro C. Manjarrez
Bien lo sentencia Giovanni Sartori: se puede estar informado sin comprender. Dicho de otra forma: la información no es conocimiento. O para mayor contundencia: “Las cadenas televisivas han producido ciudadanos que no saben nada y que se interesan por trivialidades”.
No obstante estos llamémosle tips del politólogo italiano, cuyos libros son lectura obligada para los estrategas políticos, existe un grupo de personajes en el poder cuya concepción sobre la prensa se deriva de sus malas o simplistas lecturas. Y lo peor: su “cultura” confirma los nocivos efectos de la televisión, a la cual ven como la vía o el método para informarse, formarse e informar sobre los asuntos del gobierno.
Por incompleta, la estrategia es definitivamente mala. Tal mala que en Puebla, por ejemplo, ha decaído la imagen pública del gobernante cuyo arribo al poder se dio entre las fanfarrias del éxito electoral. Sin embargo, hoy Rafael Moreno Valle es visto como un mandatario distante, enemigo de los medios de comunicación escrita, repelente a la crítica y poco afecto a convivir con la sociedad que gobierna. Tal vez esta apreciación se derive del efecto que apunta Sartori para quien, vuelvo a citar, “la televisión produce desinformación y distorsión: impone a todos datos estadísticos falsos (erróneamente interpretados)”.
Otro de los fenómenos derivados del extremismo en cualquiera de sus manifestaciones, es la personalidad dogmática o el interés extremo (B. Berelson, dixit) que suele “convertirse en un fanatismo rígido que perturba los procesos democráticos”. Como lo menciono arriba, se trata de una actitud que afecta lo que se ha dado en llamar “bono democrático”.
Lo curioso es que el político, digamos que moderno, vive para quedar bien con los llamados líderes de opinión sin considerar el porqué y cómo han llegado a ese sitial de la comunicación de masas. Le doy otro tip:
En primer lugar la regla establece que el éxito de esos “líderes” se debe al medio electrónico donde colaboran. Y por otra parte, para el que esto escribe lo más importante, es porque la información que manejan y difunden la obtienen, en buena medida, de los medios escritos precisamente; los tradicionales y aquellos que se han actualizado y forman parte de las redes de internet. De ahí que los comunicadores de renombre participen, además de en los medios electrónicos que los contrataron, en la forma tradicional del periodismo (Era Gutenberg): López Dóriga, Loret de Mola, Ciro Gómez Leyva, Leo Zuckerman, León Krause, Denise Dresser y Carmen Aristegui, por citar a los más populares del país. Saben que para prevalecer en la opinión pública (la edad siempre cobra su cuota) necesitan de la prensa escrita.
¿Y entonces la prensa escrita es o no importante?
Se equivoca aquel que responda con una negativa. Y no sólo eso: si en sus manos está la imagen del gobernante y por ende el éxito del gobierno, resultado que depende de la paz social impulsora del progreso en todas sus manifestaciones, elude y en consecuencia atenta contra la lógica que Dicey, otro estudioso sobre el tema, define con las siguientes palabras: “Los verdaderos cimientos del gobierno, son la opinión del pueblo que es gobernado”.
Ahora veamos un criterio sobre la cuestión, cuya autora es María de Ángeles Cabrera González, catedrática de la Universidad de Málaga, España:
“A la cada vez mayor presencia de las cabeceras de diarios en Internet hay que sumar la experiencia adquirida en la transmisión de informaciones a través de este medio. La mayoría de los diarios impresos tienen su referente en edición digital, al menos así se puede afirmar de países como Estados Unidos, Canadá e incluso, España. En total son unos cuatro mil periódicos de todo el mundo los que están presentes en Internet. Estas cifras desvelan la convivencia actual de dos versiones de un mismo diario en dos soportes diferentes (papel y digital). Esa convivencia, que podríamos considerar amistosa y complementaria, exige la diferenciación en el tratamiento de los contenidos para uno y otro medio, así como la adaptación paulatina de la prensa impresa a las características del medio on line. El modo en que la prensa papel ha estado presente en Internet ha respondido a diferentes modelos desde sus inicios hasta la actualidad. De esta forma ha pasado del modelo basado en la reproducción facsimilar, al modelo adaptado al nuevo medio, de éste al modelo digital y, en estos momentos, se dirige al modelo que podríamos denominar multimedia.”
En fin, este es un tema que da para varias columnas. Empero, por ahora lo importante es dejar asentado el error de apreciación (o de “cultura”) que cometen quienes suponen que los medios escritos poblanos no tienen importancia. El tercer tip para esos burócratas: escriban en Google la palabra que quieran relacionada con su trabajo o jefe y encontrarán cientos de miles de referencias, todas de la prensa escrita.
¿Y entonces, insisto, es importante o no las manifestaciones que representan a la Era Gutenberg?
Se los dejo de tarea.

Twitter: @replicaalex

jueves, 6 de octubre de 2011

Los puentes de Enrique Agüera

Por Alejandro C. Manjarrez
Estoy de acuerdo con la periodista y analista Gabriela Warkentin: nunca la muerte de algún empresario había causado el impacto emocional que provocó la desaparición física de Steve Jobs. La razón: su espíritu innovador y su genialidad que, combinados, produjo el carisma que cautivó a quienes conocieron su vida o lo trataron de cerca.
Lo curioso es que todos tenemos algo qué ver con ese talentoso hombre de negocios, ya sea porque, como es mi caso, nos permitió superar la brecha generacional gracias a sus computadoras amigables, o bien porque inventó el mundo virtual por el que transitan miles de millones de seres humanos guiados por la i. La i de la música, la i de las imágenes, la i de la inteligencia, la i de la innovación.
En fin, la historia de esta i no acabó con la muerte de Jobs. Creo que apenas ha iniciado y que habremos de observar cómo enriquecerá al mundo cibernético la cauda del genio en cuyos genes lleva la mística del mundo árabe.
Sirva pues esta reflexión para en su debida euritmia enmarcar el éxito de un profesionista que llegó a Puebla para quedarse y crear un nuevo proceso académico que innovó a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Hace casi cuatro años Enrique Agüera Ibáñez me dijo cuando lo entrevisté para la revista Réplica, que el hombre exitoso es el hombre feliz; que le dan pena aquellos que para conseguir algo vivían infelices, angustiados, en la paranoia, viendo fantasmas por todas partes y peleándose con todo el mundo. Guardé esas palabras en la memoria, en el archivo. Y el año pasado lo observé inquisitivamente con la intención de comprobar si era cierto lo que me había dicho.

Vaya que resistió la tentación de sentirse perseguido y ver en algunos morenovallistas al fantasma del resabio, la venganza, la revancha, el fundamentalismo.
Hubo investigaciones sobre su comportamiento en las cuales la mala leche fue la directriz. Y de ellas surgieron sendos reportajes que intentaron demeritar su trayectoria, e inclusive presentarlo como un hombre con muchos más defectos que virtudes. Pedro Plaza, por ejemplo por citar a uno de ellos–, hoy importante funcionario del gobierno de Rafa, dedicó su espacio en las redes sociales a denostarlo, igual que lo hicieron otros miembros del equipo que entonces buscaba la gubernatura. Agüera era uno de los objetivos, quizás porque lo ligaron con Mario Marín Torres, su amigo y el universitario que correspondió con creces a su alma máter.
Una vez que ganaron la elección, alguien debe haberles dicho que la participación de la universidad pública poblana tendría que servir de equilibrio político debido a su influencia entre la sociedad. Por ventura lo entendieron quienes tenían que entenderlo, y cambió radicalmente aquella peregrina visión denostadora. Surgieron intermediarios o puentes de la calidad de Fernando Manzanilla Prieto, Luis Maldonado Venegas y Eukid Castañón. Y éstos lo acercaron al gobernador para construir lo que vimos el pasado 4 de octubre durante su informe anual: una nueva etapa de estabilidad y desarrollo científico, cultural, académico, técnico, humanista y, por qué no, también un nuevo ciclo político.
De ahí que hayamos presenciado cómo mejoró la apreciación de Moreno Valle y de qué manera el actual gobierno se convirtió en aliado de la Universidad. Hubo un cambio positivo porque cesó lo que en apariencia parecía que iba a convertirse en un grave problema político, igual o peor que los viejos conflictos cuyo desenlace fue la caída de tres gobernadores.
Después de hacer un informe pormenorizado de los avances de la Universidad, entre los que destaca la calificación internacional al comportamiento financiero, así como el impulso a los procesos culturales y científicos, Agüera dijo al gobernador Rafael Moreno Valle, que le reiteraba el compromiso de la BUAP para entender, junto con su gobierno, las grandes causas por el bien de Puebla. Y éste le reviró con una frase muy a su estilo, compromiso que ahí quedó, para la historia de la Benemérita:
“El gobierno del estado ha destinado para la BUAP, 350 millones de pesos, para concluir y realizar ambiciosos proyectos de la Universidad.”
Buen augurio. Sólo falta que la actitud del poder se manifieste en otras de las áreas sociales y políticas de la entidad.
Bueno, el caso es que Enrique Agüera Ibáñez –como él lo dijo en la entrevista citada–, igual que Bill Gates y Steve Jobs, se impuso la misión de encontrar la mina que le permitiera hacer de su rectorado un hito histórico. Y no es por la fortuna personal, que conste, algo que él logró (también me lo dijo y lo ha repetido en otras entrevistas) antes de llegar a la rectoría, sino por la oportunidad de innovar para concluir su gestión rodeado de amigos, los externos y los que como él han hecho de su profesión y de su actividad universitaria su forma de vida.

Twitter: @replicaalex